La noción de trauma en psicología se asocia a eventos intensos y extremos como abuso sexual, violencia física, catástrofes o pérdidas significativas. Sin embargo, desde hace unos años se amplió esta visión para incluir formas más sutiles -pero persistentes- de daños psicológicos.
En la vida cotidiana, se conviven con eventos que aunque aparentemente son inofensivos o imperceptibles, pueden dejar una marca significativa en la salud mental.
Uno de estos fenómenos, a menudo ignorado, es el micro o pequeño trauma, que a diferencia de los grandes traumas son pequeñas experiencias emocionales que, por su frecuencia o acumulación, pueden tener efectos profundos y duraderos en la personalidad.
En la medicina deportiva un micro trauma se refiere a lesiones microscópicas en músculos, tendones o articulaciones provocadas por movimientos repetitivos, sobrecargas o malas posturas que no generan síntomas inmediatos, pero que su acumulación puede conducir a posteriores tendinitis, lesiones musculares o articulares permanentes por los esfuerzos realizados.
Trasladado a lo psicológico, el concepto se adapta para describir experiencias negativas repetidas de baja intensidad que no generan una reacción traumática intensa, pero que con su repetición puede alterar la percepción de uno mismo, su autovaloración, sus emociones y su comportamiento futuro.
Los autores Judith Herman y Bessel van der Kolk sugieren que el trauma no se define solamente por el evento en sí mismo, sino por su impacto en la capacidad del individuo para procesarlo y en su capacidad de recuperarse emocionalmente.

Bajo esta perspectiva, repetidos eventos menores durante la infancia, pubertad o adolescencia temprana, pueden configurar pequeños traumas pero que en realidad dejan consecuencias complejas.
El impacto que provocan
La percepción sobre uno mismo se forma a través de las experiencias relacionales tempranas, sobre todo con los padres o cuidadores.
Si un niño recibe atención, afecto, validación emocional y reconocimiento, es probable que desarrolle una imagen positiva de sí mismo. Si crece en un entorno crítico, negligente o caótico, puede internalizar creencias o convicciones como “no valgo”, “soy un problema” o “no merezco que me quieran”.

Esto no ocurre por un solo evento, sino por la repetición de pequeñas frases, gestos o actitudes y que, aunque no sean agresivas ni incluso voluntarias, pueden influir profundamente si son constantes al moldear la manera en que uno se piensa, siente y actúa.
Aunque cada episodio parezca insignificante, su reiteración provoca una carga emocional acumulativa. Y degradan la personalidad si son por motivos de raza, género u orientación sexual
Estos pequeños traumas son difíciles de detectar porque no suelen generar síntomas intensos, ni son fácilmente recordados o reconocidos por los pacientes.
No obstante, sus efectos se hacen evidentes y permanentes en forma de ansiedad crónica, baja autoestima, dificultades escolares o laborales futuras y en las relaciones interpersonales con trastornos depresivos prolongados o fracasos reiterados.
Reconocer los micro traumas plantea un problema dentro de los sistemas de salud, ya que no existen protocolos estandarizados para su detección ni códigos de diagnósticos, lo cual dificulta su atención oportuna y la adecuada cobertura.
E.M.
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