Hemingway contó en sus relatos la fiesta de San Fermín, ese ritual del mes de julio en Pamplona –la capital de Navarra– con los corredores vestidos de blanco que van delante de los toros por la empedrada calle Estafeta hacia la Plaza de Toros, mientras los curiosos miran el espectáculo desde los balcones. El gran escritor estadounidense habló también de los ríos llenos de truchas y los bosques de hayas en la Selva de Irati, recostada sobre los Pirineos, cerca del pueblo de Ochagavía y el valle de Salazar, en el límite con Francia. Todo eso es verdad, pero vale saber que el viejo reino medieval de Navarra –unido a la corona de España en 1512– no se agota en los sanfermines.
Por la diversidad de sus climas y paisajes, Navarra tiene al menos tres versiones: La Montaña en el norte del territorio, la Zona Media en el centro –con el eje en Pamplona y sus alrededores– y la Ribera al sur, marcada por el río Ebro. La Comunidad Foral de Navarra, que así se llama hoy el viejo reino, es un continente en miniatura. Son poco más de 10.000 kilómetros cuadrados donde –como dice el escritor navarro Miguel Sánchez Ostiz– se entrecruzan muchos caminos e historias diferentes. Los cantos gregorianos y la ruta de los monasterios –como el de la Oliva, el de Leyre, el de Irache o el de Fitero– se cruzan con las huellas de la arquitectura románica en las iglesias del monasterio de Leyre, Santa María la Real –en Sangüesa– o San Pedro de la Rúa, en Estella. Y el paisaje natural de la Foz de Arbayún o la de Lumbier –con profundos desfiladeros y mucha vida silvestre– sorprende tanto como el castillo de Olite, el barrio judío de Tudela o el Museo del Carlismo en Estella.
A lo largo de 143 kilómetros, las alturas de los Pirineos Occidentales que bajan hacia el Mar Cantábrico separan la Alta Navarra –situada en España– de su hermana histórica, la Baja Navarra, ubicada en Francia. La Navarra española limita al sur con la comunidad de La Rioja y al este con Aragón. Al oeste, el límite está marcado por las provincias vascas de Guipuzkoa y Alava.
De norte a sur
La Montaña, en el norte, es la Navarra húmeda con sus valles escondidos entre los Pirineos, donde –entre la niebla y el bosque de hayas o robles– siguen en pie los caseríos de piedra y aquellos pobladores de carácter reservado, que hablan en idioma vasco. El valle del río Baztan es el más frecuentado, ideal para hacer turismo rural y alojarse en casas de piedra, con fachadas blancas y techos de tejas. Desde Pamplona, el asfalto lleva hacia el límite con Francia y pasa por pueblos encantados como Elizondo –el más importante– para seguir hasta pequeñas aldeas fronterizas como Urdax y Zugarramurdi. Son aldeas célebres por las fantasmagóricas cuevas de la zona y el proceso que la Inquisición hizo en 1610 contra supuestas brujas: un museo local recuerda que 12 personas murieron en la hoguera. En el camino que va desde Zugarramurdi en la Navarra española hasta el pueblo de Sara, en la Navarra sa, las aguas del río Urbia cavaron las cuevas que ahora visitan los apasionados por el trekking.
Las alturas pirenaicas lentamente disminuyen hacia las orillas del río Ebro, que marca el límite con Aragón. En esa transición geográfica está ubicada la Zona Media, escenario privilegiado de los peregrinos cristianos que hacen el Camino de Santiago por todo el norte de España hacia Galicia. Los peregrinos bajan desde Valcarlos y Roncesvalles, en el límite montañoso con Francia, pasan por Pamplona con su espléndida catedral y una ciudadela amurallada –modelo de la arquitectura militar renacentista en España– hacia el pueblo de Puente la Reina. Allí la atracción es su hermoso puente medieval y la iglesia de Santa María de Eunate, atribuida a los Templarios.
Más allá, en el Camino de Santiago, al pie del Montejurra, espera la ciudad de Estella. Es popular por su gastronomía –ya en tiempos medievales la guía del peregrino Aymeric Picaud elogiaba los pimientos, quesos y vinos de la zona– pero también por su papel destacado en la historia del Carlismo, un movimiento político de inspiración católica que en el siglo XIX opuso a los conservadores navarros contra el gobierno liberal de Madrid. Un nuevo Museo del Carlismo recuerda en Estella esas rebeliones carlistas, que inspiraron relatos del escritor Pío Baroja y al político conservador José Antonio Primo de Rivera, que fue marqués de Estella y fundó Falange Española.
Conocida por sus fértiles campos ya en la época de la España árabe, la Ribera se llama así por las tierras de Navarra que riegan el Ebro y sus afluentes: el Ega, el Arga y el Aragón. La capital de la comarca es Tudela, a orillas del Ebro y a 90 km de Pamplona. Con su arquitectura gótica y antiguos barrios donde convivían cristianos, judíos y musulmanes, Tudela tiene tesoros poco difundidos. Su catedral testimonia todos los estilos: el románico en el claustro, el gótico en el retablo mayor y el barroco en la capilla de Santa Ana, la patrona de la ciudad.
Esta es la tierra del cronista medieval Benjamín de Tudela –autor del “Libro de los viajes”– y el gran poeta Yehuda Haleví. La ciudad de Tudela hoy es parte de la “ruta de Sefarad” que recuerda el aporte cultural de los judíos españoles. Muy cerca está el extraño paisaje lunar de las Bardenas Reales, un valle que el río Aragón cavó durante siglos en estas tierras arcillosas, dejando al aire raras formaciones de roca. Todo esto está bien explicado en Parque Senda Vida, en el pueblo de Arguedas, que propone un paseo familiar.
Itinerarios inolvidables
José María Domenech, Luis Azpilicueta e Iñaki Gómez, autores de la popular “Guía de Navarra” publicada por la editorial Anaya, plantean al menos seis itinerarios posibles: el Pirineo navarro, el Camino de Santiago, Tierra Estella, la Navarra Media, la Ribera y finalmente la zona del valle de Baztan y Bidasoa. Hay mucho para ver. Lo ideal es alquilar un auto o tomar un ómnibus local; todo parece estar cerca, a menos de 200 kilómetros de Pamplona en cualquier dirección.
Pero hay preferencias personales, claro. En la primavera europea se impone un paseo por el espectacular valle pirenaico de Roncal –con el pueblo de Burgui, donde anualmente se revive la aventura de los “almadieros” que bajaban en sus balsas de troncos por los ríos de montaña– y su buen vecino, el valle de Belagua. No muy lejos se ven las cumbres nevadas del Ori y la Mesa de los Tres Reyes. En otoño, hay otro paraíso natural entre las hayas y los robles, los ciervos y corzos que frecuentan el bosque Quinto Real, atravesado por el río Arga y al pie del monte Adi. Todo esto está en el norte, donde el río Baztan pasa a llamarse Bidasoa: es la comarca literaria de Pío Baroja.
La primavera es la mejor época para andar por “Tierra Estella” –como la llaman los navarros– y curiosear entre tantas espléndidas iglesias. El verano es tiempo de fiestas: en agosto se hace en Olite –renombrada por sus bodegas, en la Navarra Media– un festival medieval con mercado, oficios antiguos y representaciones de la vida cortesana. El castillo de Olite es un ícono, aquí estuvo la corte de los reyes de Navarra, fue dinamitado por el guerrillero Espoz y Mina para que no lo tomara Napoleón y se reconstruyó luego.
En primavera, a orillas del río Aragón y cerca del pueblo de Carcastillo, el monasterio cisterciense de Santa María de la Oliva parece una melodía tallada en piedra: es difícil olvidar el equilibrio que se respira en el claustro gótico. Otras voces, las del canto gregoriano, se oyen todas las tardes en el monasterio benedictino de San Salvador de Leyre, cerca de Yesa, a 50 km de Pamplona. Es una cumbre de la arquitectura románica. Aquí están enterrados los reyes navarros y aquí se celebra el 3 de diciembre el Día de Navarra, en homenaje al jesuita San Francisco Javier. Como sea, el viaje bien puede empezar en el corazón de Pamplona, el Bar Iruña –en la Plaza del Castillo– ante los viajeros que preguntan por la estatua de Hemingway.
MINIGUIA
COMO LLEGAR. Iberia vuela a Pamplona con escala en Madrid, US$ 2.174, c/impuestos.
DONDE ALOJARSE. En Pamplona, la doble en el Hotel Iruña Park cuesta US$ 123.
INFORMACION
www.turismo.navarra.es
www.turismodepamplona.es
www.spain.info/es
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