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      A 30 años de un hito: “Ser el primer argentino en hacer cumbre en el Everest me devolvió el patriotismo”

      • Tommy Heinrich (63) llegó a los 8.848 en mayo de 1995, convirtiéndose en el montañista número 600 del mundo en lograrlo.
      • "Yo vivía en EE.UU., pero a partir de ese logro, me brotó un nacionalismo inesperado y volví a mi país", dice.

      A 30 años de un hito: "Ser el primer argentino en hacer cumbre en el Everest me devolvió el patriotismo"Mañana del 15 de mayo de 1995. Tommy Heinrich acaba de hacer cumbre en el Everest, logrando ser el primer argentino en hacerlo. Foto: Tommy Heinrich.

      De raza trashumante, podría calificárselo. Tres semanas viajando y una en casa. Así suele ser su ritmo que, asegura, no lo fatiga. Viajes a la Antártida, Islas Malvinas, Groenlandia, Islandia, Suiza, Italia, China y Uzbekistán son sólo algunos de los destinos de los últimos seis meses de Tommy Heinrich (63), ingeniero agrónomo que ejerció cinco años su profesión para, luego, verse cooptado por el montañismo y la fotografía, sus verdaderas pasiones, las que sigue llevando a cabo para National Geographic, por la que es contratado. También recorre el mundo brindando conferencias sobre sus valiosas experiencias.

      Pero por sobre todas las cosas, Tomás Heinrich, descendiente de padre alemán y madre sueca, es el primer argentino que hizo cumbre en el Everest, la montana más alta del mundo (8.848 metros). El 15 de mayo se cumplieron 30 años de la gesta y Clarín intentó conversar para esa fecha, pero el aventurero se encontraba en Ashgabat, capital de Turkmenistán, una ciudad que posee estrictas restricciones digitales, por lo que el o a la distancia fue prácticamente imposible.

      Aquel lunes de hace tres décadas, después de un período de casi dos meses que duró la ascensión, Heinrich llegó a la cima a las 7.45, luego de encarar el último tramo de noche. "Claro que recuerdo bien ese momento trascendente, uno de los más importantes de mi vida, sobre todo, por lo que significó y por lo que vino después. Llegamos a la cumbre (eran cinco personas) y habremos estado unos 45 minutos. No hay mucho más para hacer y en montañismo el tiempo lo es todo. No te olvides que había que bajar de un pico que nos había llevado casi sesenta días escalar", rememora.

      El último ascenso previo a la cumbre de 8.848 metros. "Llegué entero", recuerda Heinrich. Foto: Tommy Heinrich.El último ascenso previo a la cumbre de 8.848 metros. "Llegué entero", recuerda Heinrich. Foto: Tommy Heinrich.

      En el techo del mundo sacó de su mochila una bandera argentina de unos 60x40 centímetros que había comprado en Buenos Aires, la hizo flamear, se fotografió, pero no la dejó clavada en la cumbre. "Decidí llevármela conmigo, no sé, pensé que era un tesoro que me había acompañado en todo el periplo y me pareció más importante regalársela a mis padres, que sufrieron mucho con mi excursión", explica.

      Luego, recuerda en qué estado llegó al ansiado destino: "Físicamente muy entero, a pesar del congelamiento severo en los dedos de las manos y de los pies; había perdido uñas, pero ninguna falange y tenía la punta de la nariz morada. Sabía cómo estaba, pero en ese momento no le presté atención, lo único importante era estar allí, enfocarme con haberlo logrado y no podía sacarme de la cabeza que era el primer argentino... Eso fue fabuloso."

      "No puedo dejar el montañismo, es un camino de ida", dice hoy Tommy Heinrich. La imagen pertenece a su ascenso en 1995. Foto: Tommy Heinrich."No puedo dejar el montañismo, es un camino de ida", dice hoy Tommy Heinrich. La imagen pertenece a su ascenso en 1995. Foto: Tommy Heinrich.

      También habla de la solidaridad del grupo con el que subió, "la importancia de cuidarnos unos a otros". Pide por favor mencionar a ese bloque humano de fierro, inquebrantable: "Estábamos Brad Bull, de Denver, Apa Sherpa, que ese año alcanzaba su séptima cumbre y totalizó 22 hasta su retiro en 2015. Arita Sherpa, hermano de Apa, que alcanzó once veces la cima y falleció de cáncer en 2012. Y Nima Rita Sherpa, cuñado de Apa, que llego por primera vez con nosotros y murió en 2000. En la montaña conocí a las mejores personas de mi vida."

      Quizás por todas estas sensaciones es que Tommy, hoy, con 63 años, sigue ligado al montañismo. "No lo puedo dejar, es un camino de ida, pero digamos que soy mucho más precavido que antes, porque tengo un hijo, sin embargo uno sigue vinculado para encontrar siempre el necesario equilibrio. Te confieso que ser montañista me ayudó a encarar la enfermedad de mi mujer Victoria", comenta.

      El campamento donde descansaron Heinrich y sus 4 compañeros la última jornada antes de partir en la medianoche del 15 de mayo. Foto: Tommy Heinrich.El campamento donde descansaron Heinrich y sus 4 compañeros la última jornada antes de partir en la medianoche del 15 de mayo. Foto: Tommy Heinrich.

      Todo ese esfuerzo que le llevó el periplo hasta alcanzar la cima le permitió, "en la soledad del montañista", carburar sobre su ser argentino y sobre un posible retorno a la Argentina. "Yo me había ido en 1988 y vivía en Utah. Había tenido una crianza europea y la posibilidad de irme de Argentina siempre estuvo latente, pero nunca dejé de sentirme argentino. Tampoco imaginé que me brotaría un nacionalismo tan fuerte. En su momento había elegido irme por distintos factores como la dictadura, la guerra de Malvinas, el Beagle, la llegada de la democracia, que costó instalarla, la hiperinflación, la corrupción", relata,

      Tommy habla con una templanza envidiable. En ningún momento eleva su tono sereno. "El Everest me cambió la cabeza, mi manera de pensar y ese cambio lo proyecté al futuro. El desafió de escalar el Everest, la posibilidad de hacer cumbre y de ser el primer argentino me llenó de un patriotismo que me sorprendió. Y la repercusión que tuvo mi logro, no sólo mediática, fue también impensada, porque cuando volví a la Argentina, en junio de 1995, tuve una muy emotiva recepción y hasta me recibió el presidente de entonces, Carlos Menem", sostiene el montañista, quien en 1996 fue condecorado con el grado de Comendador recibiendo la Orden a los Servicios Distinguidos en el Mérito Civil.

      Tommy Heinrich comenzó a escalar en 1993 y en 1995 se convirtió en el escalador número 600 en el mundo en alcanzar la cima del Everest. Foto: Tommy Heinrich.Tommy Heinrich comenzó a escalar en 1993 y en 1995 se convirtió en el escalador número 600 en el mundo en alcanzar la cima del Everest. Foto: Tommy Heinrich.

      Tras su epopeya estuvo en la Argentina cuatro meses y le empezó a picar el bichito de volver a afincarse en Buenos Aires. "Yo empecé a escalar en 1993 y ese año empecé a pensar en el Everest. En 1994 me enteré que ningún argentino había alcanzando la cima y eso, supongo, que empezó a ayudar mi reconciliación con el país, del que me había ido contrariado, insatisfecho. Estando en pleno ascenso me decía que me sería muy difícil seguir estando lejos de mis seres queridos. Siempre valoré la riqueza humana de mi país, más allá de los corruptos de siempre. Hoy podría decir que si no hubiera hecho cumbre en el Everest, no estaría viviendo en la Argentina", cuenta,

      El desafío más difícil

      Echó raíces en Argentina y los astros se alinearon para que conociera a la mujer de su vida, Victoria Minguillón: "El amor que conquistó mi corazón, la única mujer de la que me enamoré verdaderamente." Tenía que elegir Tommy entre el montanismo, su otro gran amor, y formar una familia, y optó por lo segundo. Estaba convencido aunque no dejaba de ser una elección compleja para un montañista de ley.

      "La montaña deja grandes enseñanzas: Pude aprender lo importante que es vivir la vida y disfrutarla. En mi caso, me sirvió mucho haber retrocedido en lo que respecta a mi carrera profesional como montañista para dedicarme a la familia que formé con Victoria y nuestro hijo Liam (21). El montañismo me enseñó a buscar un equilibrio y también a priorizar un momento que fue totalmente inesperado para nosotros", destaca.

      Junto a Victoria Minguillón, el amor de su vida, y Liam, fruto de ese vínculo, hoy de 21 años. Foto: Tommy Heinrich.Junto a Victoria Minguillón, el amor de su vida, y Liam, fruto de ese vínculo, hoy de 21 años. Foto: Tommy Heinrich.

      A Victoria la conoció en diciembre del 2002 y en abril de 2004 nació Liam. En 2009 se separaron, tal vez por algunas ausencias de Tommy, que había regresado a su pasión. Se volvieron a elegir en 2012, justo el año en el que a Victoria le diagnosticaron cáncer de colon; Liam tenía siete. "Dentro de la complejidad de la situación lo afrontamos de la mejor manera posible y nos casamos en 2014, una idea que fue grandiosa", dice.

      Le brillan los ojos a Tommy, que se mantiene incólume. "Cuando Victoria terminaba las sesiones de quimioterapia -tuvo más de cien- aprovechábamos su bienestar para hacer viajes en familia. Lo tomamos como una oportunidad que nos daba la vida. Uno de los viajes que hicimos fue a Europa, donde recorrimos Suecia, Alemania e Italia, y resultó un recuerdo inolvidable para todos", detalla.

      "Liam no heredó la pasión por la montaña y está bien, no le gusta  exponerse al riesgo, él prefiere estudiar economía y yo lo apoyo", dice Tommy sobre su hijo. Foto: Tommy Heinrich."Liam no heredó la pasión por la montaña y está bien, no le gusta exponerse al riesgo, él prefiere estudiar economía y yo lo apoyo", dice Tommy sobre su hijo. Foto: Tommy Heinrich.

      "Paradojas de la vida, yo me dediqué a una actividad riesgosa, donde mi vida estuvo en peligro muchas veces. De hecho tuve accidentes, caídas complicadas y siempre tuve la sensación que no viviría más de cuarenta años. Y aquí estoy, pero mi esposa murió en septiembre de 2018, con cincuenta años. Qué ironía, ¿no? Uno puede tomar decisiones, planear, trabajar para un objetivo, pero hay factores externos que son los que tienen la última palabra", continúa.

      Se lo saca de esa sensación de pesadumbre por el sentido recuerdo de su esposa y aparece en su memoria un accidente que pudo costarle la vida. "En 1998, en un regreso al Everest, tenía otra misión más y era la de encontrar a su amigo Scott Fischer, que había fallecido dos años antes Los Sherpas, los guías que acompañan a los alpinistas, me pidieron que por cuestiones religiosas, que no tocara un cuerpo muerto en el ascenso a la montaña; en todo en el descenso. Pero cuando lo encontré a Scott, que estaba momificado a unos 8.000 metros, recuperé para su esposa un collar, una alianza y un reloj", retoma.

      Al apartarse del cuerpo de Scott, pisó un sector de hielo blando, resbaló y cayó 150 metros: "Perdí el equilibrio, empecé a rodar por una ladera de una inclinación de setenta grados. No pude frenar la caída de ninguna manera hasta que me detuvo un montículo de nieve, que amortiguó el golpe, que puso ser fatal. No pensé que sobreviviría, porque si no era por ese montículo, la caída hubiera sido de 1.500 metros. Me fracturé las costillas, me rompí la nariz y me clavé los crampones que van fijados a las botas. Fue un golpazo y no sé cómo hice pero me levanté como pude. Anduve un tiempo solo hasta que encontré ayuda."

      La partida de su mujer lo hizo estar más consciente que no podía permitirse tomar grandes riesgos en la montaña. "Liam estudia ciencias económicas y es un gran compañero de viaje. Pero aflojé con el montañismo, sería muy egoísta de mi parte. ¿Si heredó la pasión? No, y lo entiendo, a él no le interesa porque no le llama la atención exponerse al riesgo. Por otra parte, yo estuve muy ausente por el montañismo y calculo que en el fondo, le debe repercutir. Entonces, mi rol como padre, es defender lo que a él le gusta, que hoy es la economía", cierra.

      AA


      Sobre la firma

      Javier Firpo

      Redactor de la sección Sociedad [email protected]

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