“Ser un ser humano / es como una casa de huéspedes/ cada mañana una nueva llegada / una alegría, una depresión, una maldad / una percepción momentánea aparece /como un visitante inesperado.”
Así comienza su poema Rumi, un reconocido poeta muy citado en los círculos meditativos. Es que estar vivo implica estar expuesto constantemente a los factores nocivos y vulnerabilizantes que cualquier ser puede afrontar (y no sólo los seres humanos).
Vivir es una aventura, un desafío, y nadie nos protege de que en cualquier momento podamos transitar eventos dañinos para nuestra vida/salud, condiciones de salud inestables o, algo también muy impactante, incertidumbre.
Nosotros sabemos desde temprano, pero intelectualmente, que podemos llegar a enfrentarnos con situaciones de este tipo. Pero es en ese ámbito más lejano al sentir, al conectar... en un pensamiento algo distante.
Un maestro meditador, preguntado sobre qué lo hacía diferente a otras personas, respondía: “cada mañana, cuando me levanto, siento que puede ser mi último día y trato de estar presente en cada instante”. Y cuando era repreguntado: “¿pero acaso no lo sabemos todos">