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      Philippe Sands: pisándole los talones a un nazi

      En Ruta de escape, el escritor e investigador británico reconstruye la fuga y el cambio de identidad de un jerarca de Hitler que terminó sus siniestros días en Roma.

      Philippe Sands: pisándole los talones a un naziPhilippe Sands. Foto: Editorial Anagrama

      En su primera novela, Calle Este-Oeste, el abogado Philippe Sands reconstruyó su historia familiar a través de los dos juristas que acuñaron los conceptos de genocidio y crímenes contra la humanidad, Hans Frank, gobernador de la Polonia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, y Leon Buchholz, abuelo del autor y único sobreviviente de una familia de ochenta judíos asesinados por el nazismo. En ese texto dramático pero magnético, el autor se ocupó de las víctimas del Holocausto y los juicios de Núremberg.

      Como un efecto de asimilación de su propia historia, en Ruta de escape el autor se centra ahora en los verdugos. Allí retrata la historia de Otto Wächter, jerarca nazi gobernador de Galitzia y Cracovia y responsable del asesinato de 525 mil judíos. El escritor recompone la vida del “carnicero de Lemberg” a partir del archivo de su esposa Charlotte Bleckmann (el intercambio de cartas entre ambos, recortes de prensa, fotos, diarios y memorias) y los encuentros que el profesor de Derecho Internacional del University College de Londres mantuvo con el hijo de ambos, el tenedor de los archivos.

      Siguiendo los pasos de Otto Wächter, que después de 1945 pasó tres años escondido en las montañas, vivió con la identidad de otra persona y murió en Roma en 1949, el escritor recrea también los medios que los jerarcas nazis utilizaron para salir de Europa. En el medio, su propio paso por la ciudad de Lviv (hoy Ucrania), cuna de sus antepasados. Con todo, sus años de investigación se convirtieron en un segundo libro cautivador.

      Sands tiene lazos personales intensos con abogados de derechos humanos del Conosur. Desde el departamento familiar en París, respondió las preguntas de Ñ por videollamada y anticipó que su próxima creación completará la trilogía: un texto que comenzará con el arresto de Pinochet en Londres en 1998, contará la participación del jurista en el caso e intentará responder a la pregunta de si el amigo de Wächter que menciona en Ruta de escape, Walter Ralph, trabajó o no para el dictador chileno.

      –A lo largo del libro nunca juzga a Otto Wächter. No lo describe como un monstruo, a pesar de las cosas monstruosas que hizo. Tampoco lo hace con Charlotte, su esposa. ¿Tiene que ver con su profesión de abogado? Por otro lado, sí pierde la paciencia con su hijo, Horst. ¿De alguna forma se siente más cerca de este?

      –Siento mucha empatía por Horst desde el momento en que lo conocí, porque es un ser humano cálido y decente que lucha todos los días por sobrevivir con la terrible carga de tener un padre asesino de masas. Fuera de mi empatía, era extremadamente importante para mí tratarlo con decencia y respeto aunque no me gustaran algunas de las cosas que dijo o hizo. A la vez fue muy generoso, me dio diez mil páginas de documentos familiares y me siento el destinatario de ese material sin el cual el libro no podría haber sido escrito. Por supuesto que Horst es una persona mayor y repite sus ideas, pero así es la vida. Todos vivimos con personas mayores y sabemos que seremos así, que los mayores tienen una historia, una narrativa y repiten esa historia y esa narración. Yo necesitaba capturar eso.

      –¿Y con respecto a Wächter y Charlotte?

      –La decisión de no juzgar a Otto sí tiene que ver con mi profesión. Eso fue más difícil: no me gustan Otto ni Charlotte. No me gustan las posiciones que tomaron en ciertas cosas y, por supuesto, es una realidad que Otto estuvo profundamente involucrado en el asesinato de toda la familia de mi abuelo, por lo que es muy difícil tener un sentimiento positivo hacia él. En cierto sentido el libro que he escrito es el relato de lo que hizo y para mí perdonarlo sería un acto de gran hipocresía. Era un criminal que hacía cosas terribles, pero eso no significa que no fuera capaz de mostrar amor, decencia y generosidad con Charlotte.

      –Ella es un caso distinto, ¿no?

      –Ella es aún más compleja porque, a diferencia de Otto, es solo una persona desagradable, ideológicamente egoísta, completamente obsesionada con sí misma. Creo que Charlotte realmente amaba a su esposo y eso se siente en los documentos. Lo que hizo entre 1945 y 1949, tratar de salvar al hombre que amaba, fue absolutamente extraordinario. No creo que eso borre todas las cosas malas que hizo, pero se requiere un enfoque equilibrado y matizado respecto de que las personas malas pueden hacer cosas buenas.

      –Claro, el suyo también es un libro sobre las relaciones. Su trabajo se basa en la investigación, pero los diarios (y todo el archivo) de Charlotte tienen un gran peso en la historia. Usted dijo que ella lo fascinó.

      –Estoy fascinado. Creo que la vida privada de un ser humano siempre es muy interesante. Cuando baja la guardia, cuando escribe y dice cosas sin esperar el escrutinio público las personas son mucho más abiertas. Una de las formas de literatura que amo son las cartas entre escritores, entre amantes, o los diarios. Todos sabemos lo que significa afrontar momentos difíciles, todos contamos con elementos hipócritas, decimos una cosa y luego hacemos otra. Yo quería entender cómo una mujer que era muy inteligente y atractiva vivió ese período, porque tenía la sensación de que el enfoque siempre está en los hombres, que son los que suelen estar en el poder. Pero Charlotte era una mujer de poder, también hizo trabajos de “limpieza”, fue cómplice. A menudo me encuentro con hombres que hacen cosas terribles y me pregunto qué estaba haciendo su esposa o pareja.

      –Lo que se llama el detrás de escena.

      –Es una pregunta fundamental sobre las relaciones entre dos personas, porque un matrimonio es un equipo. Videla tenía una esposa y ella sabía lo que él hacía y lo apoyó. Llegó a su casa, cenaron juntos y hablaron sobre su día en la oficina. Su amor por él, o su apoyo, le permitió hacer las cosas terribles que hizo. Entonces, ¿cómo funciona ese trabajo? Solo una mujer ha sido acusada de genocidio, una serbia. Las mujeres nunca son acusadas de asesinato en masa a pesar de brindar un apoyo increíble. Quería saber más sobre el papel de la esposa, que para mí es donde Ruta de escape entra en terrenos nuevos. Por primera vez entendemos en detalle el papel del cónyuge, conocemos sobre su vida amorosa, la comida, los niños, el sostén. Deberíamos dedicar mucho más tiempo a analizar estos temas para entender cómo los hombres hacen lo que hacen.

      –La colección en la que el libro aparece en castellano es de ficción. En la tapa solo figura el título, Ruta de escape, mientras que en la edición original, con el título The Ratline, queda claro que se trata de una investigación. ¿Qué le parece este leve reenfoque de parte de la editorial española?

      –La decisión sobre el título nos explica las diferencias entre las dos sociedades –The Ratline sugiere un lugar oscuro de escape para las ratas, expresa la ira sajona; el título en español es más neutral, menos peyorativo– y probablemente también el lugar del escritor en la sociedad. Aprobé el título porque entiendo que una traducción literal no funciona en español. Probablemente sea más una reflexión del editor que una sobre el contenido del libro. También hay personas que se refieren a él como una novela. Es difícil para mí entenderlo en ese sentido porque es un libro de no ficción –y no he incluido nada ficcional–, a pesar de que el estilo de escritura es parcialmente literario e intenta abrir la imaginación del lector.

      –¿De qué maneras cree que distintos grados de relación autobiográfica con un tema contribuyen a una investigación y de qué maneras pueden afectarla de forma negativa?

      –Es algo controvertido que un escritor se inserte a sí mismo en la historia cuando no es ficción. Yo me incluí en esta historia y, por lo tanto, es en parte autobiográfica porque describe mi propia investigación y mi historia familiar. Fue una decisión. Cuando un escritor se incluye en el texto, la relación del lector con las páginas se transforma. No creo en la idea de una verdad objetiva y, por lo tanto, el elemento subjetivo autobiográfico introducido no es algo problemático siempre y cuando el escritor sea honesto acerca de lo que hace.

      –Se dice que hay una línea que separa los hechos de la ficción, lo real de lo imaginado, pero no siempre está del todo clara. ¿Cómo compagina su trabajo de abogado en derechos humanos –intervino en los casos de Pinochet, la invasión a Iraq, la guerra de Yugoslavia y Guantánamo– con el de escritor?

      –Pienso en Javier Cercas, John Le Carré y W.G. Sebald. En su escritura de ficción hay elementos muy fuertes de autobiografía y para los tres escritores la línea entre la realidad y la ficción no es distintiva, no está clara. Los tres lo hacen de diferentes maneras. Le Carré se basó en sus experiencias personales al escribir sus novelas sobre el espionaje durante la guerra fría, era un espía. Cercas toma una historia real y luego la ficcionaliza en parte. Sebald toma elementos de las historias reales de otros y ficcionaliza esos relatos en sus novelas. Cada uno introduce los hechos en la ficción o la ficción en los hechos y a mí eso me fascina, creo que en parte porque paso tiempo en los tribunales y me fascina lo que dice la gente en la corte.

      –El teatro del derecho, digamos.

      –Los abogados a veces dicen cosas y creen que son ciertas, o da la impresión de que lo que dicen es verdad, pero saben que no es cierto, entonces tienen que cruzar una línea entre lo que es real y lo que no lo es, en términos de sus propias creencias. Luego, en un tribunal, el testigo tiene que contar una historia en particular para llegar a un resultado particular. A veces la historia que explica el testigo no es cierta, ha tenido que contar una y presentarla como un hecho cuando es parcialmente ficticia. Los hechos y la ficción son el corazón palpitante de la vida de cualquier abogado, y cuando uno se pone un sombrero diferente como escritor, se siente muy cómodo interactuando con las líneas que supuestamente dividen la realidad de la ficción.

      –John Le Carré odiaba a los abogados, sin embargo fue una gran influencia para usted.

      –Creo que yo le agradaba, nos llevábamos muy bien. Tampoco soy fanático de los abogados y él lo sabía. Aparecía en la puerta, me daba un manuscrito y me pedía que lo leyera completo y luego hiciera comentarios sobre los abogados. De este ejercicio aprendí mucho y también cómo mantenía a sus lectores atentos al flujo de la historia. Aprendí sobre su estilo y la inteligencia de su escritura, y también del sarcasmo y la importancia de los detalles. Una historia completa puede girar en torno a un detalle pequeño y eso es lo que importa; los detalles están abiertos a interpretaciones y cada uno tiene una verdad inherente.

      –Finalmente, ¿por qué dice que la ausencia de procesos legales es tan importante como la presencia de ellos?

      –Porque significa que Otto Wächter nunca fue juzgado ni condenado y eso le permite a Horst decirme: “mi padre murió inocente, nunca fue juzgado”. Eso genera un espacio que luego ocupa la familia, y al ocupar ese espacio son capaces de generar una imagen más positiva del padre. Para sus parientes es mejor que haya muerto de la forma en que lo hizo que si lo hubieran atrapado, juzgado, condenado y sentenciado a muerte.

      Ruta de escape, Philippe Sands. Trad. F. J. Ramos Mena. Anagrama, 560 págs.


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      Bibiana Ruiz

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