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      “Flores muertas”: amor y ausencias a lo Pedro Almodóvar en el Teatro Cervantes

      • En la ciudad de Barcelona madre e hijo se debaten entre la nostalgia y la vida.
      • Mientras tanto en Buenos Aires una muerte inesperada reúne a toda la familia en un tragicómico ritual velatorio.
      • Dirigida por Natalia Villamil.

      "Flores muertas": amor y ausencias a lo Pedro Almodóvar en el Teatro CervantesObra "Flores muertas". Foto: Mauricio Cáceres/TNC

      “No estoy pudiendo contigo”, le dice un hijo a su madre, que está borracha y demandante. Se encuentran en Barcelona, en un departamento improvisado donde es imposible instalar un hogar y aunque la discusión, los reclamos y el resentimiento están en primer plano, ellos tienen más cosas en común de lo que creen. Por empezar, los une su amor por el cine de Pedro Almodóvar y desde ahí comenzará el desarrollo de unos personajes, que pareciera que buscan meterse en una película con todo el melodrama, la tragedia y lo grotesco que caracteriza la poética del cineasta español. Así comienza un mundo entre España y Argentina del espectáculo Flores muertas, uno de los estrenos más recientes del Teatro Nacional Cervantes, escrito y dirigido por Natalia Villamil.

      Las referencias al director de Todo sobre mi madre son una constante en este espectáculo. De hecho, la misma sinopsis lo presenta como un “poema almodovariano de amor y de ausencias. Un gran duelo que se entreteje como flores en una corona”. La obra despliega un entramado de relaciones familiares: hermanas, madres, hijos, primos, que con diferentes historias y contextos pueden reconocer un tejido vincular de sus síntomas, una suerte de mapa psicológico en el que se muestran los puntos de las heridas de cada uno y cómo eso afectó al resto de las relaciones familiares.

      Las referencias al director de "Todo sobre mi madre" son una constante en este espectáculo. Foto: Mauricio Cáceres/TNCLas referencias al director de "Todo sobre mi madre" son una constante en este espectáculo. Foto: Mauricio Cáceres/TNC

      Además, la escenografía de Rodrigo González Garillo y el vestuario de Paola Delgado funciona como una invitación a plasmar en el teatro los colores, las formas geométricas y los contrastes de figura y fondo con los que Almodóvar generó también un sello estético en su cine. Lo mismo hace Matías Sendón con el diseño de iluminación, que también juega con esta potente fuente de inspiración.

      “Los personajes están rotos por dentro, pero impecables por fuera. Un poco la metáfora de la puesta en escena es esa. Con las luces también hay un clima cinematográfico y Guadalupe Othegui hizo una composición sonora que partió de algunas canciones de las películas de Almodóvar que fuimos seleccionando y ajustando en ensayos”, cuenta la directora. Y así aparecen versiones poderosas de “Vete de mí” o “Resistiré”, que unen las escenas de esta familia que vuelve a reunirse en una casa en San Telmo, repleta de esculturas y obras de arte, a partir de la muerte de un familiar.

      El vestuario funciona como una invitación a plasmar en el teatro los colores. Foto: Mauricio Cáceres/TNCEl vestuario funciona como una invitación a plasmar en el teatro los colores. Foto: Mauricio Cáceres/TNC

      Ajuste de cuentas

      Matilde Campilongo, Yanina Gruden, Aldana Illán, Sergio Mayorquín, Juan Tupac Soler y Liliana Weimer son los intérpretes de este espectáculo: hermanas e hijos que ajustan cuentas sobre el pasado y el presente, de una manera desbordada. Entre lo que callaron y escondieron estas hermanas, aparecen las cargas y consecuencias en sus hijos. La depresión, los tocs, las frustraciones y la insatisfacción crónica. Todo, llevado a un extremo y por eso este espectáculo funciona como una tragicomedia, donde los síntomas chocan y se evidencian de una manera tan extrema, que en un punto, causan gracia.

      “La gente identifica mi poética con el sufrimiento y con lo espeluznante, pero yo confiaba en el humor con el que hago reír a mis amigos. Sin embargo, me gusta escribir sobre lo doloroso de la condición humana. Sobre el rol de las mujeres en la sociedad, sobre las nuevas masculinidades. Quiero escribir siempre sobre un teatro que tiene algo para decir. Quiero darle voz a aquellos personajes que por ahí no salen tanto a la luz. Entonces el sentimiento de tristeza extrema que tiene Pedro por no haber podido hacer nada interesante con su vida, a pesar de su amor por las películas de Almodóvar, me parecía una voz que muestra el lado extremo de la melancolía. Y siempre supe que ese personaje es la tesis de la obra. En ocasiones, la lucidez acerca del dolor, genera un sentimiento de tristeza que sólo se va desapareciendo del mapa”, explica Villamil.

      Hay un universo de lo no dicho que sostiene el caldo dramático del espectáculo. Foto: Mauricio Cáceres/TNCHay un universo de lo no dicho que sostiene el caldo dramático del espectáculo. Foto: Mauricio Cáceres/TNC

      Hay un universo de lo no dicho que sostiene el caldo dramático del espectáculo y eso que los personajes no tienen ningún problema en decir todo lo que se detestan o hacer explícitas sus heridas. Sin embargo, en las frases más sutiles, y también las más poéticas, aflora una concepción arraigada que genera la melancolía generalizada que cubre toda la obra. Por ejemplo, la violencia doméstica, cuando al preguntarse por una de las hijas que nunca llega, una de las hermanas dice: “¿Qué le va a pasar? Ella tiene un marido” y la otra responde: “Por eso mismo”. También cuando uno de los hijos dice: “Lo que no aparece es lo más vivo” y algo de eso se transmite en un relato en el cual los personajes son como fantasmas, que deambulan y representan prototipos de vidas que no pueden ir más allá de ciertos límites.

      “No quería personajes sentados en un living, sin afecto, charlando de los vínculos. Quería personajes siempre al borde del abismo”, cuenta Villamil y eso explota con las actuaciones al límite entre un realismo costumbrista que se corre hacia una versión más grotesca, pasional y border, con un elenco de artistas que lo prueba todo. Al estilo Almodóvar, pero en Argentina y como un tango que mira los restos de un pasado que se olvida, todavía se reconoce en esta obra lo que se mantiene en pie: una especie de familia. “Estamos, como un adorno, un defecto, pero estamos”, dicen. Y están.

      *Flores muertas se presenta de jueves a domingos, a las 21, en el Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815.

      PC


      Sobre la firma

      Mercedes Méndez

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