Es difícil establecer un género que defina Lo que no tiene nombre, el libro más reciente de la colombiana Piedad Bonnett. No es una novela, aunque desde sus primeras páginas desarrolla escenas cuya tensión pone énfasis en la estructura narrativa. Tampoco es una crónica, por más que cuenta hechos reales. Ni siquiera puede atribuírsele la etiqueta de memorias, si bien su autora elabora aquí un duelo muy íntimo y personal: el del suicidio de su hijo Daniel a los 28 años de edad.
Las razones de esa decisión se irán develando hacia la mitad del libro. El lector se entera pronto que Daniel convivía con un grave problema de salud que lo atormentaba; más adelante descubrirá que se trataba de una enfermedad mental y, finalmente, será su madre la que le revelará al mundo (y ese universo incluye a amigos, parientes y conocidos) lo que siempre ignoraron acerca de su hijo, porque él mismo prefirió en vida mantener el secreto de su condición. Ocho años antes de aquel sábado 14 de mayo de 2011, cuando a la una y diez de la tarde se arrojó desde el quinto piso de su departamento en Nueva York –donde cursaba una maestría en arte en la Universidad de Columbia–, a Daniel Segura Bonnett le habían diagnosticado esquizofrenia.
“¿Cuánta rabia se habría acumulado en él al ver que su secreto había sido descubierto? (...) Pero esa lucubración –¿qué habría sentido, qué habría pensado">