Muchos adultos viven en piloto automático. Buscan consolidar relaciones de pareja acordes a lo que creen bueno sus padres, eligen carreras que estudiaron las generaciones anteriores, y hasta adquieren bienes solo para cumplir con un estatus impuesto. Actúan como marionetas, que no se cuestionan lo dado o lo que “debe ser”, que viene desde el lado familiar o social. Estos son los introyectos que condicionan nuestra felicidad y realización personal.
Vamos por la vida con introyectos representados en forma de estereotipos, dichos y modelos profundamente arraigados, sin tener interrogantes sobre ellos. Así solemos incorporar lo que nos dicen, en parte, por la cantidad de veces que lo escuchamos. Se trata de territorios que ni siquiera alcanzamos a cuestionar, porque no nos sentimos con autoridad como para desafiar a quienes hacen juicios sobre nosotros.
El mecanismo de la introyección suele ser una forma de tomar conocimientos y actitudes de los demás. Sin embargo, a los que nos observan y escuchan les resultará difícil discernir esto y, posiblemente, tenderán a adjudicárnoslos como propios, cuando en realidad los hemos incorporado de otros.
El sufrimiento, una señal para analizar
* En ciertas ocasiones, asimilamos los juicios que emiten quienes nos rodean, sin que podamos analizarlos, produciéndonos dolor y sufrimiento. Muchas veces nos lleva la vida poder desafiar y dejar de lado ciertos mandatos.
* El discernimiento y la indagación suelen ser indicadores de que estamos luchando contra aquellas cosas que, en el pasado, habíamos adoptado e introyectado con total transparencia. Por ejemplo, “¿Quién dice que los hombres no lloran">