Redacción Clarín
Cuenta la fábula que, decidido a cruzar el río, pero sin saber nadar, el escorpión le pidió a la rana que, por favor, lo cargara sobre su lomo y lo ayudara así a llegar a la otra orilla. La rana, que no era tonta, lo miró e, indignada, se negó de plano. “Ni loca”, contestó, palabras más o menos. “¿Acaso pensás que no te conozco, que no sé cómo sos? Si te llego a montar sobre mi espalda, terminarás clavándome tu aguijón, y moriré envenenada”. “Pero, amiga rana, ¿cómo podría yo ser tan estúpido de hacer algo semejante">