Rowena Buxton-Henderson estuvo a punto de morir: a los 16 años llegó a pesar sólo 31 kilos con 1.80 de altura, tuvo que ser reanimada por la debilidad de su organismo y su madre comenzó a visitar casas funerarias porque tenía el peor pronóstico: los médicos le advertían que su hija no pasaría la noche. Sin embargo, después de un largo tratamiento, la chica logró recuperarse y hoy, diez años después, terminó la universidad y apuesta por una nueva vida.
Todo comenzó a los 13 años, cuando una enfermera la pesó y le dijo que debía adelgazar porque era obesa. Eso bastó para que esta jovencita de Nottingham decidiera dejar de comer. Durante años se alimentó solo con una manzana y un té por día. Le tenía terror a la comida.
Así, pasó gran parte de su adolescencia en el hospital: siete meses fue alimentada por un tubo en la unidad de trastornos alimentarios, pero el tratamiento no hacía efecto porque ella devolvía la comida. Una vez, recuerda Rowena en una entrevista con Daily Mail, “una enfermera me dijo que tenía que suministrar un poco de azúcar. Mi primera respuesta fue ‘¿cuántas calorías tiene eso">