Para no pocos peronistas, sobre todo para muchos de quienes fueron sus contemporáneos, Eva Duarte de Perón fue una santa por su abnegada entrega a los pobres. Más aún: el hecho de haber seguido ayudando a tantos necesitados y haber reivindicado sus derechos cuando su salud estaba gravemente amenazada por un cáncer de útero -que derivó en su prematura muerte- llegó a ser considerado como un verdadero martirio. De hecho, a los pocos días de su deceso, el sindicato de los canillitas envió una carta al Vaticano pidiendo la apertura del proceso de canonización para que sea proclamada santa, solicitud que la Santa Sede, diplomáticamente, desestimó. Aunque su "canonización" popular constituiría un hecho innegable.
Casi 70 años después, aprovechando la singular circunstancia de un Papa argentino –al que, además, le atribuyen ser peronista- y la perspectiva que permite el paso del tiempo –un factor este último que la Iglesia valora mucho-, la CGT anunció que impulsará una campaña para que, ahora sí, la “Jefa espiritual de la Nación”, como la declaró el Congreso tras su muerte, llegue a los altares. Historia no le falta en este aspecto a la central obrera. Tras el renunciamiento de Eva Perón a la candidatura a la vicepresidencia, su entonces secretario general, José Espejo, dijo en un acto por el Día de la Lealtad que “la decisión tiene la grandeza de los mártires y de los santos”. Al día siguiente fue “Santa Evita”.
¿Pero es posible que semejante solicitud pueda prosperar esta vez? ¿Reúne quien fuera la segunda esposa de Perón los requisitos para la apertura de un proceso canónico inicialmente de beatificación, para determinar si puede ser reconocida como beata, y que, eventualmente, se completa con el de canonización, para establecer si puede ser considerada santa">