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      Construir desde abajo

      El sociólogo dice que la economía se olvidó de la sociedad y advierte sobre el peligro de los nacionalismos. “El desafío de hoy es superar esta Europa sin europeos”, afirma.

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      Redacción Clarín

      Hace ya un cuarto de siglo, Ulrich Beck advirtió que la modernidad había perdido el control sobre sí misma y que, junto con eso, entramos en la “sociedad del riesgo global”: un mundo en el que la vida humana está en peligro. En su diagnóstico, el sociólogo señaló, por entonces, tres riesgos centrales. Dos de ellos fueron aceptados enseguida: los del cambio climático y los del terrorismo. Sin embargo, el tercero quedó relegado y oculto por un tiempo. “Es un riesgo que, al principio, no fue del todo creído y es el generado por un capitalismo de riesgo global”, recuerda Beck ante Ñ , ahora que lo que había anticipado se hace evidente e ineludible en la crisis europea.

      Sin embargo, antes que jactarse por la precisión con que auscultó cómo la financiarización del mundo se transformó en la locomotora de la globalización, está preocupado por dar los debates que sean necesarios para transformar la Unión Europea.

      Desde ahí, uno de sus objetivos es discutir a quienes presentan a la economía como una ciencia exacta, que esconde que sus dictados organizan la vida social.

      “La economía –dice– se olvidó de la sociedad de la que se ocupa. Los economistas dijeron que tienen modelos precisos para calcular los riesgos. Y mi tesis, justamente, es que la ilusión de la calculabilidad de los riesgos es lo que genera consecuencias incalculables y las catástrofes en el marco del capitalismo financiero. Es decir, aquello que con Anthony Giddens llamamos ‘incertidumbres manufacturadas’”.

      Para Ulrich Beck, Europa se volvió un proyecto impuesto desde arriba y gobernado desde los Estados nacionales. En la actualidad, por Alemania: el país que prescribe su modelo de estabilidad al resto de los países.

      En palabras del sociólogo, que estuvo en Buenos Aires invitado por la Universidad de San Martín y la Fundación Osde, “Europa tiene un teléfono, está en Berlín y es de Angela Merkel”.

      Ante eso, su propuesta es transformar un continente –y un mundo– de guerras en uno donde se cumpla el imperativo cosmopolita porque, ante los desafíos y los riesgos globales, ya no hay otra salida: “Si no cooperamos, reventamos”.

      Usted afirma que en Europa falta una instancia que se haga responsable de la crisis. ¿Cuál podría ser esa instancia? Porque, hasta ahora, las que se hicieron cargo parecieran ser las mismas que profundizan el camino neoliberal.

      Estoy completamente de acuerdo: la situación actual en Europa es que las instituciones, como la Comisión Europea o el Parlamento Europeo, están sin armas ante esta situación porque no tienen ni los medios ni los recursos para afrontarla. La Unión Europea no es ni un Estado ni una alianza de sociedades nacionales. Por ese motivo, la iniciativa volvió a los Estados nacionales. Y como Alemania es la fuerza económica más importante, se ha convertido, casi por accidente, en un imperio. Al mismo tiempo, si el poder se deriva a los Estados nación, hay un bloqueo interno porque empiezan a despertarse los intereses nacionalistas y surgen las preguntas de “¿por qué Alemania debería pagar por otra nación">