“Se pintó de violeta el bastión amarillo” bramó eufórico el presidente Javier Milei en la noche del domingo, luego que La Libertad Avanza alcanzara un tercio del apoyo de los porteños y Manuel Adorni fuera el candidato a legislador más votado. Lo cierto es que detrás del espejo quedó expuesto que casi la mitad de la ciudad quedó pintada con una paleta de un color insípido: el de la apatía política.
Con la Ciudad de Buenos Aires, ya son seis los distritos que celebraron elecciones locales. Junto a Santa Fe, Jujuy, Salta, Chaco y San Luis, representan la cuarta parte del electorado de todo el país. Los números de concurrencia denotan un movimiento silencioso que ni Milei, ni Cristina Kirchner ni Mauricio Macri están percibiendo.
En números redondos, al igual que casi el 50% de los porteños que decidieron no ir a votar, también se comportaron así el 50% de los chaqueños, el 45% de los santafesinos, el 40% de los salteños, el 40% de los puntanos y el 36% de los jujeños.
Participación electoral
La mas baja en los últimos 20 años con 53,35%
Un dato emblemático es que después de 30 años, ni siquiera Mirtha Legrand concurrió a emitir su voto. No adujo desidia ni falta de ganas, sino un resfrío y cansancio. Pero resulta al menos paradójico.
El clima es muy distinto al de la crisis del 2001, en la que la sociedad mostró enojo y bronca detrás del “que se vayan todos” que provocó que más del 70% concurrieran a votar tanto en octubre del 2001, previo al estallido, como en el 2003, luego que el gobierno de Eduardo Duhalde con la ayuda clave de Raúl Alfonsín había logrado reencauzar la situación económica y apaciguar el conflicto en las calles.

“Me parece que estamos en una nueva fase cultural, política, con más gente que se siente desafectada del sistema político, independientemente de quien gobierne. El gobierno pone reglas de juego pero cada uno se las arregla como puede. Entonces el sistema político es menos importante para el ciudadano común”, reflexiona el consultor político Carlos Fara.
Fara relaciona también la merma en la cantidad de porteños que votaron con que “la ciudad de Buenos Aires empieza a tener una reformulacion de su composición socio cultural que nos lleva a tener estos niveles de participación”.
Lo llamativo es que Javier Milei es hijo del enojo y la desidia hacia la clase política. Pero ni siquiera la nueva corriente política que irrumpió, La Libertad Avanza, parece haber conseguido que el electorado vuelva a interesarse por la política. ¿Habrá caído también en la trampa de la casta?
La psicóloga y escritora Celia Antonini cree que el ausentismo responde a “una gran desmotivación y apatía, esto de sentir que mi voto no importa porque después hacen lo que quieren y no hacen lo que dicen en campaña. Entonces, ¿para qué voy a ir a votar?
"Se trata del descreímiento que hay hacia los políticos y hacia la política en general. Que Milei lo usa muy bien con este tema de la casta pero que no alcanza como para que la gente diga que lo que dicen, después lo cumplen”, resume Antonini.
El uso del término “casta” para apuntar a la clase política, que le dio tan buenos resultados a los libertarios en campaña puede haberse transformado en un boomerang para el oficialismo. En casi un año y medio de gestión, el Gobierno ha recurrido a las herramientas más habituales de la dirigencia política tradicional: permanencia en el Ejecutivo de muchos funcionarios provenientes de la gestión de Alberto Fernández, massistas y kirchneristas; acuerdo con algunos gobernadores de fondos a cambio votos en el Congreso; vínculos con caudillos como Carlos Rovira para conseguir dos votos misioneros y hacer caer Ficha Limpia; negociación con el kirchnerismo para nombrar jueces en la Corte Suprema y ampliar el tribunal; ataque contra el periodismo; intolerancia selectiva con algunos opositores.
A diferencia de lo que fue el tsunami kirchnerista que generó el ingreso de miles de jóvenes a la política, o de la ola amarilla en todo el país que significó la llegada de Cambiemos al poder en el 2015, no hay en ciernes un aluvión violeta como el que ambiciona Milei. El 30% de votos libertarios en la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe, el 21% en Jujuy y un 15% en San Luis así lo demuestran.

A la Casa Rosada le alcanza por ahora con la baja de la inflación y la estabilidad del dólar para ir ganando volumen político con la mira puesta en octubre, donde de seguro Milei se alzará como el vencedor de las elecciones de diputados y senadores nacionales. Eso no quiere decir que alcanzará una mayoría en la Cámara de Diputados o en el Senado, donde el peronismo seguirá siendo fuerte, pero tal vez ya no dependa del PRO y de un sector del radicalismo para mantener en pie un veto presidencial.
Mauricio Macri padece en carne propia el retroceso del PRO en todo el país y la apatía en su bastión político, correlato del desgaste de casi dos décadas de gestión ininterrumpida. Cristina Kirchner sufre la merma de su liderazgo y de la grey kirchnerista, y una atomización peronista que la obliga a aceptar las exigencias que le impone el gobernador Axel Kicillof. Javier Milei debería tener todo a su favor. Pero el camino parece ser mucho más espinoso del que se imagina
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