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      Gonzalo Abascal
      Gonzalo Abascaldel editor

      Usar a Maradona, vivo o muerto, da igual

      El juicio para determinar responsabilidades en su muerte puede caerse por los desatinos de una jueza.

      La jueza Julieta Makintach, integrante del Tribunal que juzga responsabilidades en la muerte de Maradona.

      A los 47 años, la jueza Julieta Makintach consiguió lo que debe haber buscado durante décadas: fama. Que su nombre, pero sobre todo su cara y su figura, aparezcan en televisión ante los ojos de millones, y se viralicen en redes sociales, las plataformas en las que buscaba "likes" con entusiasmo adolescente.

      Cualquier precio parece poco y todas las estrategias resultan válidas frente a un deseo tan urgente.

      ¿De qué sirve en estos tiempos ser jueza penal en un Tribunal de San Isidro, mágister en Derecho Penal y profesora en la universidad Austral, si todo ese mérito académico y profesional no es acompañado por la condición de estrella mediática, aunque sea fugaz?

      En tiempos de influencers con millones de seguidores, el prestigio puede vivirse como un engaño si no se completa con una montaña de "me gusta" en el último posteo.

      Hoy todos conocemos la sonrisa de la jueza ante la cámara, la mirada atenta a las indicaciones de un productor artístico y sus sugestivas fotos compartidas en Instagram.

      El anhelo de Makintach encontró el vehículo perfecto en el juicio que busca determinar responsabilidades en la muerte de Diego Maradona, nada menos.

      ¿Debería sorprendernos?

      Dalma y Giannina Maradona conversan con el abogado Burlando durante una de las audiencias.Dalma y Giannina Maradona conversan con el abogado Burlando durante una de las audiencias.

      Para los usurpadores de fama ajena, Maradona siempre fue un trampolín ideal hacia esa cúspide y hacia posibles negocios millonarios. A él se pegaron empresarios, abogados, otros deportistas, psicólogos, médicos y un largo etcétera, sin que importaran ni la trayectoria ni los pergaminos.

      Lo usaron, y él los usó, sin inocencia. La condición imprescindible era aceptar las reglas que Maradona imponía, a cambio de los beneficios de todo tipo de su aura de celebridad sin par.

      Alguna vez él mismo contó un episodio en el libro Yo soy el Diego: ""Me fui a Suiza primero. Una clínica donde podían ayudarme a salir de las drogas, eso le habían dicho a Cóppola. Y el lugar parecía serio, sí, hasta que el médico que me atendía, dos días después de recibirme, dio una conferencia de prensa y contó todo de mí, hasta el grupo de sangre que tenía. Un careta".

      Si los especialistas y las clínicas más reconocidas de Europa no esquivaban la tentación del brillo y el dinero que acompañaba a Maradona, ¿por qué lo haría una jueza bonaerense?

      ¿Acaso por qué Maradona está muerto?

      Apenas un detalle, según se ve.

      ¿De qué se trata este juicio, al fin y al cabo, sino de determinar si en el último recorrido hacia su muerte el futbolista fue ayudado o utilizado?

      ¿Qué fue lo que hizo el neurocirujano Leopoldo Luque, sino filmar su propio documental, llegando muchas veces en moto cuál estrella hollywoodense hasta la clínica Olivos? ¿O fotografiándose como un fan sonriente junto a Maradona momentos después de que éste fuera operado en el cerebro?

      ¿Qué fue lo que buscó -o encontró una vez que estuvo en la órbita de Maradona, para el caso es lo mismo- la psiquiatra Cosachov, señalada por haber tenido sexo con su paciente más famoso, y quien se rió cómplice de la acusación, consciente de que fuera cierto o no tenía "la historia de su vida" para contar?

      La jueza Makintach vio la oportunidad, por una vez, de ser la protagonista a la que apuntaran las cámaras. No era su rol, claro, pero ya es tarde. La vergüenza cae como una sombra sobre ella para extenderse a gran parte de la Justicia.

      Abandonó su lugar en el estrado para sumarse a la larga y penosa fila de quienes intentaron sacar ventajas de la fama o los negocios que produce la cercanía con Maradona.

      Vivo o muerto, da igual.


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      Gonzalo Abascal
      Gonzalo Abascal

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