La primera vez que oí nombrar a las tierras raras fue en Angola. Una mujer, de linaje bantú y ojos humildes, señaló una línea de cerros áridos y solitarios y, después, la más remota lejanía. Allá, donde reverbera el sol, están las tierras raras, dijo. Entonces vinieron a mi mente los relatos de Juan Rulfo, especialmente cuando evoca a un pueblo mítico enclavado en la mera boca del infierno.
Luego, a medida que nombraba algunos de los diecisiete elementos químicos de propiedades especiales que están presentes en esas tierras: europio, lutecio, lantano y neodimio, pensé en los cuentos de Borges y Cortázar.
Más tarde, en cambio, supe que los elementos de las tierras raras, junto con varios minerales críticos como el cobre, el litio y el cobalto, juegan un papel clave en la producción de dispositivos tecnológicos de bajo impacto ambiental. Entre ellos, turbinas eólicas, chips, imanes de alta resistencia, pantallas táctiles y baterías recargables.
Al punto que China, el primer productor mundial, regula la oferta de estos materiales en momentos de crisis políticas o cuando lo cree necesario, como ocurre a partir de las batallas arancelarias desatadas a principios de abril. Y los presidentes de Estados Unidos (EE.UU), los tienen en cuenta, por lo menos, desde hace algo más de una década.
Barak Obama juzgó que depender de las importaciones de minerales críticos y elementos de las tierras raras era una verdadera amenaza. En tanto que Joe Biden, en uno de sus últimos actos de gobierno, inauguró un ferrocarril en Angola para facilitar el transporte y la exportación de estos bienes desde África central. Una región donde las disputas por estas riquezas provocaron, desde 2022, el conflicto armado entre Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC).
Donald Trump, por otro lado, ordenó una investigación sobre los riesgos para la seguridad nacional que plantean los minerales críticos. También, argumentó sus pretensiones respecto a Canadá y Groenlandia con un tono similar al que usaban los viejos imperios, cuando la extracción de recursos naturales los impulsaba a expandir sus territorios: “Tienen tierras raras de gran valor”, dijo sin ningún eufemismo semanas atrás.
Los minerales críticos son materias primas escasas debido a su localización geográfica o dificultades extractivas.. Aun así, son esenciales para generar energía renovable con bajas emisiones de carbono. Los más requeridos son litio, níquel, cobre y cobalto. Y en cantidad de reservas y producción se destacan China y Australia junto a Indonesia, Filipinas, la RDC y el altiplano andino de América del Sur.
Los elementos de tierras raras, que forman parte de los minerales críticos y fueron descubiertos por los nórdicos a principios del siglo XIX, tienen cualidades excepcionales de magnetismo y conductividad. Y su disponibilidad en la corteza terrestre es superior a la del oro y los diamantes. Sin embargo, son difíciles de extraer porque es inusual encontrarlos en forma pura o en cantidades que justifiquen una inversión.
A mediados del siglo pasado la mayoría de estos elementos provenían de la India, Brasil (que tiene una de las reservas más grandes del mundo) y Sudáfrica. Luego, las minas de California convirtieron a los EE.UU en el principal productor. En este siglo, China, seguida de lejos por EE.UU, Myanmar y Australia, mantiene un predominio notable. Controla el 37% de las reservas globales y produce más del 80% del suministro mundial.
La demanda de minerales críticos y tierras raras ha crecido de un modo acelerado en los últimos años. En consecuencia, se espera que se multiplique por siete en la próxima década debido al reemplazo de energías fósiles por alternativas más limpias y sostenibles. La Agencia Internacional de la Energía prevé, por ejemplo, que hacia 2040 la producción de vehículos eléctricos y de energía eólica y solar insumirá billones de toneladas de estos materiales, con un valor en dólares de la misma magnitud.
Argentina cuenta con varias universidades y centros de investigación dedicados a explorar las tierras raras. Aunque la producción de elementos es reciente. Se han identificado depósitos en las provincias del centro y el noroeste, y los estudios indican que la región de Salinas Grandes (Salta) podría dar buenos resultados. En materiales críticos, por el contrario, la situación es muy diferente.
Nuestro país está en el cuarto lugar del mundo en reservas y volumen de producción de carbonato de litio, el mineral básico para fabricar baterías recargables. Ya que integra junto a Bolivia, Perú y Chile el denominado “triángulo del litio”, una extensa región puneña de salares y lagunas explotables, y posee distintos yacimientos en Catamarca, Jujuy, La Rioja y Salta.
Además, dispone de importantes reservas de níquel, cobalto y cobre, en las que se destacan los grandes proyectos cupríferos en San Juan.
En suma, una buena cantidad de recursos considerados estratégicos por el mundo que, lejos de relatos y ficciones, permitirían diversificar y aumentar de manera sostenible las exportaciones y los empleos de calidad.
Sobre todo, si se repara en las buenas prácticas de las grandes naciones mineras que el gobierno nacional, mas no las provincias que tienen el dominio de estas reservas, ignora o se niega a observar. Entre otras: cuidados del agua y el medio ambiente, inversiones en la logística de transporte, respeto a las comunidades originarias y apoyo a la investigación científica para mejorar los rastreos y la explotación.
Eduardo Sguiglia es economista y escritor.
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