Marilyn mordiendo una dona, Marilyn sorbiendo un smoothie, levantando un poco la ceja y entrecerrando los ojos mientras se come una hamburguesa, lanza una pelota, usa el celular, baila al ritmo de Sex Bomb: nada en mi biografía me preparó para tanta fealdad.
Entrar en el debate de las inteligencias artificiales generativas es difícil. Oigo a un médico en la radio que dice que en el futuro va a ser criminal no usar IAs como ayuda para el diagnóstico, leo a profesores preocupados porque sus alumnos las usan para resolver tareas, veo un video de un rapper muy joven que dice que GPT lo ayudó mucho emocionalmente, leo en un diario que los trabajos de profesor o dibujante van a desaparecer y me acuerdo de mi época de estudiante en la Carrera de Comunicación de la UBA, donde ahora enseño escritura. Cada vez que surgió una tecnología nueva hubo apocalípticos que señalaron solo sus efectos nocivos, y entusiastas que se lanzaron a describir solo sus virtudes. Pasó con la radio, el cine, la televisión. Y ahora con las IAs. Lo difícil es no caer en ninguno de estos polos y, sobre todo, no jugar a la bola de cristal.
Como solo puedo opinar sobre el presente, desde el año pasado juego a pedirle cosas a Chat GPT. Tiene habilidades sorprendentes. Por ejemplo, en el caso de buscar bibliografía. Claro que si no encuentra libros, los inventa. Sabe muy bien lo que me gusta, así que inventa obras de mis autores favoritos. Obvio que yo saldría a comprar un libro de Cixous que se llamara “Ficción etnográfica: cómo escribir crónicas de investigación usando la fantasía de tu propio inconsciente”. Delirante. GPT se disculpa y me dice que lo creó extrapolando lo que ella decía en una entrevista…
Cuando le doy tareas de escritura, GPT es decepcionante. Hace poco dije esto en un Congreso y me respondieron que era porque yo no pago para acceder a la versión más nueva, que parece que te escribe como Joyce o Borges en dos clicks. “Ok, digo. Ponele, ¿y qué?”, contesto. Pero nadie me responde, los participantes empiezan a compartir sus temores y fascinaciones.
Pero de verdad quiero que alguien me conteste, ¿por qué les parece tan fascinante la imitación? Si una persona viniera a uno de mis talleres con una novela escrita de modo absolutamente joyceano o flaubertiano, yo también le preguntaría ¿y qué? Porque todavía creo que hacer arte es tratar de hacer algo distinto a lo previo, que no nos queda solo el camino de la repetición, como les encanta decir a muchos. Copiar es fácil, solo requiere entrenamiento. Hacer algo nuevo, no.
La cuestión es si la IA puede dar ese salto hacia la nada que es la vida entrando en un texto para transformarlo en algo que respira, que nos interpela porque ilumina algo de la experiencia humana que permanecía en las sombras. Hay que ver si puede hacer algo así y, sobre todo, si nos va interesar leerlo. Por ahora, creo que nadie quiere leer de nuevo Ulises o Cien años de soledad reversionados con un prompt ingenioso. Sí parece que muchos quieren ver a una Marilyn Monroe de plástico haciendo estupideces. Me preocupa más eso (lo que está pasando con la inteligencia humana) que el debate sobre las IAs
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