La voz de Ricardo Kirschbaum
Telefonazos y reuniones, con reminiscencias directas del estilo impuesto por Guillermo Moreno, para bajar precios. Aprietes, disfrazados de forzada advertencias, a productores agropecuarios, apurándolos para que liquiden sus dólares. Desde el presidente Milei para abajo les recuerdan que las retenciones a las exportaciones del agro volverán en julio. El que avisa no es traidor, es el mensaje.
Desde la salida del cepo, el valor del dólar en el sistema de bandas que tantas veces y airadamente negó el gobierno, va cayendo. Milei está casi seguro que tocará el piso de la banda inferior de los 1.000 pesos. Si ocurriera, ese precio sería más bajo que el valor que tenía el dólar oficial: ese nivel, sin dudas, el impacto sobre la economía sería mucho más vasto.
Métodos y políticas heterodoxos para quienes recitan de memoria el credo libertario.
Detrás de todo esto, existe una necesidad política: llegar a las elecciones sin que la inflación, que pegó un salto en marzo, les escupa el asado.
Las proyecciones que el costo de vida seguirá para arriba este mes y el próximo preocupan. Los festejos futboleros por haber conseguido el acuerdo con el Fondo -festejo de otro endeudamiento que es un salvavidas- y por salir del cepo cambiario, no despejan la preocupación de que la inflación sigue resistiendo. Mostraron otra vez, eso sí, la cara autoritaria de esa euforia liberada: la descalificación grosera de la crítica, la grave estigmatización del periodismo y la exaltación del Yo supremo.
El gobierno tiene poder de fuego para intervenir en el mercado y está mostrándolo. Sin pudores, tratan de establecer límites para que el principal valor electoral que tiene el oficialismo, la caída de la inflación, no sea afectado por los barquinazos del reacomodamiento al escenario abierto por el acuerdo con el FMI.
Aunque es prematura una conclusión, la tendencia del dólar a la baja puede mantenerse -o ser mantenida- apurando, al mismo tiempo, a los productores a liquidar los agro dólares.
Hay principios que se sacrifican en el altar de las elecciones de octubre, cruciales para los libertarios. Corren con ventaja: hasta entonces tienen tiempo para volver a bajar la inflación, con la oposición principal todavía enredada y perdida en su propio laberinto.
Leyendo los resultados de Santa Fe, los analistas electorales, han percibido que el encono con la política se mantiene, un caballito de batalla de Milei. Se basan en la baja de la participación del electorado el domingo pasado. La coalición que encabeza Pullaro ganó con holgura pero esperaban una mayor diferencia sobre la representación libertaria que, de todas maneras, hizo una elección pobre.
Hay quienes se entusiasman con rearmar una alianza similar en la provincia de Buenos Aires, uniendo al PRO con los radicales y otros ex integrantes de Juntos por el Cambio, se está instalando la idea que, con o sin Macri, Milei se llevará franjas importantes de sus dirigentes y bases. Santilli, Ritondo y Montenegro, que encabezan la fuga, volverían pronto a fotografiarse con Karina Milei, esta vez acompañados por más intendentes. A propósito: tanto en Mendoza como en Corrientes la negociación de alianzas de los radicales Cornejo y Valdés con los libertarios está a la espera que hagan las paces el estratega electoral del oficialismo y la armadora del partido. Santiago Caputo y Karina Milei, a la luz del resultado santafesino, quieren intervenir en el armado de las listas. Y no hay acuerdo en quién maneja esa lapicera.
El peronismo anunció que no se fracturará formalmente, aunque la fragmentación interna es indisimulable. Y que Cristina sigue en carrera por una candidatura provincial en La Matanza. Los que apuestan a la Ficha Limpia para sacarla del juego pueden llevarse una decepción. En la próxima sesión del Senado, para tratar ese proyecto, se introducirían reformas que obligarían a devolverlo a Diputados. La maniobra implica tiempo y es el que necesita Cristina para ser candidata, y protegerse.
En cambio, Guillermo Francos, que atravesó airoso su informe en Diputados, ahora tendrá que lidiar en la comisión investigadora con el escándalo $Libra que salpicó a la cúspide del poder.
La lucha por la Ciudad, en tanto, es tan encarnizada que Leandro Santoro, un radical peronizado, está primero con el porcentaje habitual que tiene de base el PJ porteño. Este es un factor que quiere ser usado como acicate -derrotar al kirchnerismo- por el PRO local para reunir fuerzas y recuperar terreno. En algunas encuestas, dice estar segundo apenas por encima de Manuel Adorni, la esperanza blanca de la LLA. Hay otros números, con el todavía vocero cerca de Santoro.
La Libertad Avanza lanzará sus tanques en ayuda de Adorni, metiendo de lleno al Presidente y a Patricia Bullrich en la campaña porteña. Para los Milei y Santiago Caputo, derrotar a Macri es tanto más importante que ganar esta primera elección.
Un asunto mucho más difícil, que requiere reflexión y habilidad diplomática, atributos que no son frecuentes de encontrar, es el que planteó el secretario del Tesoro de Estados Unidos en su importante visita.
El apoyo del gobierno de Donald Trump a la reforma económica de Milei ha sido contundente así como también lo fue la presión explícita para que la Argentina enfríe su relación con China.
Scott Bessent, que vino a la Argentina por gestión de su amigo José Luis Daza, viceministro de economía, fue enfático en ambos campos: respaldo al programa de estabilización económica y exigencia de distancias con Beijing, comenzando por cancelar el swap que acaban de renovar los chinos.
Es una ecuación complicada de resolver porque Argentina debería generar las divisas para cancelar el préstamo chino y a la vez acumular reservas para cumplir con las condiciones que puso el FMI.
Bessent se ocupó de su ámbito, la economía, visitando primero a Luis Caputo y luego a Milei. El canciller Werthein no participó de estos cónclaves. Afirman que el protocolo lo eximía. Otros, en cambio, dicen que los fuegos que se encendieron por la frustrada foto con Trump con Karina Milei todavía arden. Y eso explica esa ausencia.
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