Los migrantes volvieron a ser el gran drama del 2021. Centenares volvieron a hundirse en el Mar Mediterráneo mientras esperaban ser rescatados en sus barcazas frágiles por barcos humanitarios de organizaciones no gubernamentales, ante la indiferencia de los Estados europeos.
El Mar Mediterráneo sigue siendo un cementerio y un camino de esperanza a la vez. Otros 30.000 aspirantes a refugiados cruzaron solo este año el peligroso Canal de la Mancha desde Francia a Gran Bretaña, su “dorado” personal.
Dos tercios de los refugiados vienen de cinco países huyendo de la guerra civil, la persecución étnica y el colapso de las instituciones gubernamentales. Llegan desde Siria, Afganistán, Sudán, Myanmar y Somalia recientemente. Pero también de Kurdistán, Irak y el norte de Nigeria.
La solución debe ser tanto política como financiera. Pero los políticos europeos tienen miedo a abrir rutas humanitarias ante el crecimiento de candidatos populistas y xenófobos, con mensajes anti musulmanes y antimigratorios, que los desafían en las próximas campañas electorales y cuando están en el poder.
Miles de migrantes esperan hacinados en campos de Grecia. Otros se congelan en las Balcanes, en la frontera entre Polonia y Bielorrusia o en el norte de Francia. Sus campamentos son sistemáticamente destruidos por la policía, en medio del invierno europeo y temperaturas bajo cero.
Médicos sin Fronteras es una de las organizaciones que rescata a los migrantes en el Mar Mediterráneo. Con sus barcos Dignity y Geo Barents recogen a mujeres embarazadas, niños y hombres que escapan de Libia y sus horrores y buscan salvar su vida o perderla pero salir de ese infierno. Es su cumpleaños: celebra sus 50 años de misiones humanitarias en las regiones más difíciles.

Juan Matías Gil es quien está a cargo de esa operación de rescate y búsqueda en el Mar Mediterráneo en el barco Geo Barents. Este economista argentino, egresado de la Universidad de Buenos Aires, nacido en Tigre y con un posgrado en servicios públicos, es el jefe de misión y salva personas desesperadas, mayoritariamente chicos menores no acompañados, niños, bebés y mujeres en barcazas abarrotadas.
Ha sido coordinador financiero de proyectos y emergencias en India, Irak, Siria, Jordania, Sudán del Sur, Congo y Yemen. Fue jefe de misión en Colombia y Bosnia Herzegovina.
Así fue la entrevista telefónica de Clarín con Juan Matías Gil, en la víspera de la Navidad, con el barco cargado con más de 400 migrantes, sin puerto para descender.
"Números de vergüenza"
-Usted está en el barco de Médicos Sin Fronteras, rescatando gente en la ruta migratoria más mortífera del Mediterráneo ¿Puede contarnos como ha sido su experiencia?
-Es una experiencia un poco vergonzosa. Porque estamos hablando de 2021 y en las puertas de Europa sigue muriendo gente, que no es accidental, sino que es una consecuencia de las políticas migratorias europeas. Lo podemos ver estos días con mucha visibilidad en el Este, en Bielorrusia, en Polonia. Pero lo mismo se hace el Canal de la Mancha, en Canarias, en Balcanes o en el Mediterráneo central. Y es precisamente una política que empuja la frontera lo más lejos posible para evitar el problema, para que no tengan visibilidad, a costa de muertes de seres humanos.

-¿Cuántas personas han recogido ustedes este año en esa ruta y cuántos de ellos estaban muertos?
-Solo el día de hoy hemos recuperado más de 300 sobrevivientes. Tenemos a bordo 382 en este momento. Creo que con esta cifra hemos superado en 2021 los 1.600 sobrevivientes recuperados en el Mediterráneo Central. Como organización, desde 2015 que hemos comenzado, hemos pasado las 82 mil personas rescatadas, que no son número de orgullo, sino que son números de vergüenza.
-Al mismo tiempo, ustedes tienen todos esos refugiados arriba del barco y ahora tienen otro trabajo adicional: encontrar un puerto europeo que les abra las puertas y que los reciban.
-Efectivamente, no es solo que los Estados no cumplen con sus obligaciones contractuales de la ley internacional, sino que también obstaculizan el trabajo de las organizaciones que estamos cubriendo su rol.
-¿De qué manera?
-En este momento hay demoras en la asignación del puerto, que debería ser algo automático y esto no sucede. Ahora tenemos que entrar a una negociación. Primero con Malta, que hace oídos totalmente sordos a nuestros pedidos de desembarque de los sobrevivientes y como lugar seguro más cercano, seguimos hacia Italia. Italia nos lo da. Pero con muchas demoras y no con pocas y fáciles negociaciones de por medio. Esto acentúa o prolonga el sufrimiento de gente, que viene desde hace meses o años escapando de situaciones que nosotros ni siquiera podemos imaginar. Ninguna de estas personas deja su hogar, su casa, su país por una elección de vida, sino que son forzados por las distintas circunstancias a las que se enfrentan en su lugar.
Traumas y violencia
-¿Y cuáles son los traumas de los refugiados que ustedes recogen en el mar?
-Muchísimos. Precisamente está en esta rotación, en estos últimos días en la gente que hemos rescatado, vemos violencia fresca: han sido violentados precisamente antes de subirse a las embarcaciones ya muy precarias que tienen. Entonces, nuestro equipo médico está muy ocupado hoy gestionando estas situaciones límites, que han vivido en sus rutas y que obviamente tienen un trauma psicológico en su salud mental muy, muy profunda. Y hablando con ellos, prácticamente el 100 por ciento de las personas necesitan asistencia en ese sentido.
-¿Por qué los migrantes quieren llegar a Europa? ¿Es porque Libia se convirtió en un infierno para ellos, en donde son esclavos, los torturan, los explotan?
-Y también basado en los testimonios, la gente no es que de por sí quieren llegar a Europa. Ellos están buscando un lugar donde su vida no corra peligro. O donde le puedan dar una oportunidad a sí mismos y a sus familias en un momento de la vida. Libia se convirtió, desde la caída de Muammar Khadafi, en un infierno. Está bien documentado por agencias de Naciones Unidas, organizaciones y periodistas, todas las aberraciones a los derechos humanos: venta de personas, trabajos forzados, secuestros extorsivos, maltrato físico, violaciones.
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-¿Y Europa hace algo frente a esto?
-Desde hace años, desde 2007, Europa financia activamente a través de Italia a un cuerpo, que es la Guardia Costera Libia, que está pagada y capacitada para interceptar personas, que están huyendo de ese país y devolverlas a territorio libio y siguen en este ciclo de violencia. Entran en el centro de detención: tienen que pagar para salir, tienen que volver a encontrar otro traficante para que los embarque y poder escapar. Europa paga a la Guardia Costera Libia para que los devuelva y entren una vez más en este círculo de violencia. Entonces, el que paga el costo de estas políticas migratorias es simplemente el migrante, refugiado o residente de asilo.
-¿Europa financia a la guardia libia, que los tortura y que exige a sus familias rescate, si no quieren que les sigan pegando o si no los matan?
-No podemos afirmar que la Guardia Costera Libia es la que tortura, pero son seguramente un actor en este ciclo de violencia. Está documentado que no tratan dignamente o sin violencia a las personas interceptadas en el mar. Eso lo hemos visto con videos recientemente, incluso disparando a estos barcos en dificultad. Pero contribuyen en este círculo de violencia, que los vuelven a meter en un sistema, que solo funciona a través de pagos permanentes de los migrantes, para poder escaparse de cada una de las situaciones a las que se enfrentan.
-¿Estos migrantes de dónde provienen mayoritariamente">