En tanto se consolida el control rebelde de Trípoli, crece la percepción aquí de que la dictadura de Muammar Kadafi perpetró una extendida masacre los meses que duró esta guerra y que llegó a un pico inusitado en las horas previas a perder el poder. Desde su escondite, Kadafi hace caso omiso a estos nuevos horrores develados y anunció a través de su vocero que ofrece “negociar para transferir el poder”.
Su propuesta fue inmediatamente rechazada por las potencias y los rebeldes por “delirante”.
Las evidencias de masacres que están surgiendo en estas horas corren las líneas del horror a extremos imprevisibles, confirmando que el dictador y sus hijos convirtieron el mal en un sentido común, banalizándolo en la misma línea que denunció Hanna Arendt sobre los nazis.
Por sobre el dato espantoso de las morgues desbordadas de cuerpos sin destino, la gente de la ciudad y no sólo los rebeldes están hallando fosas comunes cavadas alrededor de las principales bases militares de las brigadas que protegían a la dictadura.
Hace 72 horas, se encontraron 53 cadáveres quemados y despedazados con granadas, algunos aún con las manos atadas, en una cárcel clandestina en el barrio de Salakedin en Trípoli.
Esa información se completó este fin de semana con el hallazgo de un total de 170 cuerpos incinerados y baleados en otro escondite. Se encontraban en una tumba múltiple a sólo unos 30 metros de la base de la famosa brigada que lidera el hijo más espartano del dictador, Khamis Kadafi, conocido entre los rebeldes como “el carnicero”.
Uno de los voceros del gobierno de transición en Bengazi, Ahmed Omar Beni confirmó que están apareciendo montañas de cuerpos de NN, una de ellas en cercanías de la cárcel de Abu Salim, donde en 1996 el régimen masacró en la tarde de un solo día a 1.400 prisioneros políticos.
En ese barrio fue donde se hallaron la semana pasada 80 cadáveres putrefactos en un hospital abandonado, muchos pertenecientes a personas que murieron por la falta de atención médica. En el lugar había cerca de una veintena de personas aún vivas, entre ellas un niño, según confirmó la Cruz Roja Internacional.
Las muertes de los carbonizados ocurrieron en los días previos a la caída de Trípoli, durante los cuales el régimen intentó por todos los medios asegurar el control. Pero desde el inicio de la rebelión en febrero, la máquina de matar de la dictadura parece haberse intensificado como nunca antes. Las informaciones obtenidas por este enviado y otros periodistas, señalan que de las cárceles de Trípoli y las otras ciudades tomadas fueron liberados por los rebeldes poco más de diez mil presos políticos, sólo tres mil de ellos en la de Abu Salim. Pero en toda Libia, según los cálculos del vocero Beni, desaparecieron estos meses más de 60.000 personas arrestadas por el régimen sospechadas de vínculos con la Revolución. “¿Dónde están">