Unos 20 kilómetros al sur de Bruselas, en una pequeña localidad rodeada de bosques y llamada La Hulpe, tiene su sede SWIFT, una empresa discreta sin más historias que gestionar la inmensa mayoría de las transacciones financieras de todo el planeta.
Una especie de guardia de tránsito de las finanzas mundiales, un actor sin el que es imposible entender el mundo financiero actual. Legalmente es sólo una empresa de derecho belga, sin más conexiones con los poderes públicos.
En la práctica es mucho más que eso, y a pesar de ser en principio neutral, es la forma de los gobiernos occidentales de decidir quién juega y quién no juega en el juego de las finanzas mundiales.
Fuentes comunitarias cuentan desde hace días que una de las posibles sanciones a Rusia, en el caso de que Moscú ordene atacar a Ucrania, sería sacar a todas las instituciones financieras rusas de SWIFT.
La guerra económica
En Bruselas se considera esa la sanción “nuclear”, la más dañina posible para la economía rusa y una que los europeos se pensarán mucho en usar aunque Washington parece más dispuesto porque el daño económico será mayor para Europa que para Estados Unidos.
Expulsar de SWIFT (en la práctica el Consejo Europeo pediría a la Justicia belga que ordene a la empresa esa expulsión) a Rusia dejaría prácticamente todo el comercio internacional y todas las transacciones internacionales de Rusia bloqueados.
Y dejaría a la banca rusa sin a dólares y euros. El pago de las importaciones se haría imposible salvo que los clientes internacionales aceptaran ser pagados en rublos rusos.

Una vez, con Irán
Las empresas rusas no podrían tener relaciones con socios internacionales. Este tipo de sanción sólo se hizo una vez, contra Irán, y puso de rodillas a la economía iraní.
SWIFT nació en 1970 y rápidamente suplantó al sistema Télex que la banca usaba hasta entonces. Tiene unos 11.000 clientes y prácticamente todos son instituciones financieras.
Cada día registra unos 40 millones de transacciones financieras internacionales a través de más de 200 países. Las transferencias se hacen a través de un sistema automatizado y de alta seguridad. Los fraudes son prácticamente imposibles, por lo que miles de instituciones financieras de todo el planeta confían en los servicios de SWIFT.
Todo eso hace de la empresa belga una herramienta muy potente si se quiere castigar económicamente a un país. Rusia tendría como única alternativa volver a los tiempos en los que las transacciones se hacían por fax o intentarlo por email.
La Unión Europea ya pensó en usar el a SWIFT para presionar a Rusia cuando en 2014 Moscú ordenó la anexión por la fuerza de la provincia ucraniana de Crimea y empezó a enviar hombres y armas para ayudar a la rebelión armada de las provincias del sureste ucraniano.
Entonces no se llegó a aprobar esa sanción porque se consideró demasiado dura y porque conllevaría también daños para las economías europeas.
Mientras Moscú sigue presionando militarmente a Ucrania con más de 100.000 soldados en sus fronteras, los funcionarios europeos estudian con los estadounidenses qué tipo de sanciones serían más dañinas para Rusia sin serlo para Europa.
Sacar a Rusia de SWIFT podría impedir la llegada de gas natural a algunos países europeos que por ahora no tienen alternativa, aunque Washington trabaja para que Emiratos Árabes Unidos supla esos suministros.
Bruselas, especial
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