¿Y si la Tierra pudiera alimentar nuestros dispositivos simplemente girando? Esa fue la pregunta que impulsó al físico Chris Chyba, de la Universidad de Princeton, a construir un prototipo que podría cambiar nuestra manera de pensar la generación de energía. Se trata de un cilindro hueco que, sin moverse por sí mismo, logra generar electricidad aprovechando el campo magnético terrestre y la rotación del planeta.
Los experimentos que llevó a cabo junto a su equipo mostraron que el cilindro puede producir 18 microvoltios cuando se lo coloca en una orientación específica, alineado con el campo magnético de la Tierra. Aunque se trata de una cifra muy baja, el hallazgo podría marcar el inicio de una nueva forma de captar energía que ya está en movimiento constante.
Cómo funciona el dispositivo que logra generar energía con la rotación de la Tierra
El dispositivo está construido con ferrita de manganeso-zinc, un material especial que combina dos cualidades claves: actúa como un escudo magnético y, a la vez, como un conductor débil. Esto permite que se acumule una pequeña carga cuando el cilindro se coloca de determinada forma en relación con el campo magnético del planeta.
Para probarlo, los científicos orientaron el cilindro hacia el norte y en un ángulo de 57 grados con respecto al suelo, una posición calculada para maximizar el efecto. Al colocar electrodos en sus extremos, registraron una señal constante de 18 microvoltios. También probaron girándolo 90 y 180 grados para confirmar que el efecto dependía exclusivamente de la orientación con respecto al campo magnético.
Los investigadores tuvieron que descartar otros posibles generadores de voltaje, como el efecto Seebeck, que se produce cuando un material tiene diferencias de temperatura. Luego de múltiples controles, determinaron que había una señal real provocada únicamente por la interacción con el campo magnético terrestre.

Ciencia revolucionaria o ilusión experimental: qué opinan los científicos
A pesar del entusiasmo, no todos están convencidos. Yong Zhu, especialista en microelectrónica de la Universidad Griffith, en Australia, considera que los resultados aún no son concluyentes. “Se pueden generar señales similares por otros fenómenos, como corrientes parásitas o capacitancias no deseadas”, explicó, y subrayó la necesidad de realizar más pruebas antes de validar el hallazgo.
Por su parte, Carlo Rovelli, físico teórico en la Universidad de Aix-Marsella, ve el experimento con mayor optimismo. Aunque reconoce que la física clásica podría ponerle un freno a la propuesta, ite que, al tratarse de cargas dentro de un sólido, las reglas podrían ser distintas. “Tal vez haya algo más sutil que no estemos viendo”, comentó. “Pero sin dudas es una historia fascinante”.
Para Chyba y su equipo, el próximo desafío es lograr que otros laboratorios reproduzcan el experimento. Si se confirma la existencia del fenómeno, podría pensarse en una red de pequeños cilindros conectados en serie, capaces de generar una cantidad significativa de energía a partir de un movimiento que la Tierra ya realiza: su rotación.

No se trata de reemplazar otras fuentes energéticas, sino de explorar nuevas posibilidades. En un mundo que busca alternativas limpias y sostenibles, esta idea, aunque todavía incipiente, podría abrir caminos insospechados. Por ahora, la ciencia observa con atención, esperando que la evidencia se acumule y, quién sabe, tal vez termine dándole la razón a quienes se atrevieron a imaginar lo imposible.
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