Su vida puede contarse entre consultorios y divanes, los que supervisó como profesional y en los que se recostó en busca de respuestas. Pasó por una decena de psicólogos y fue psicólogo de cientos de pacientes. Todavía atiende a cinco.
Para el grupito de históricos, Diego Sehinkman no es el señor del prime time de TN, sino el escuchador serial que hizo prácticas en el Moyano, el Alvear, el Borda; el mismo que traba lenguas cada vez que intentan pronunciar su apellido.
La primera vez que fue paciente de un terapeuta tenía cuatro años, y la primera vez que se reveló en terapia pasaba los 20. Por entonces, se levantó descaradamente del diván de Fernando Ulloa y se esfumó. Fue entre esas dos orillas de analista/analizado cuando descubrió que algo le hacía ruido, la otra vocación, lejanísima a la historia familiar: el periodismo.
Es algo así como un "periodpsicólogo", el hombre que escaneó por años la psique de los políticos. Cursó dos carreras, las cuestionó, repensó el mandato familiar y el resultado de ese revoltijo de emociones fue una búsqueda que terminó por amalgamar profesiones.

El conductor de Solo una vuelta más, 50 años y dos libros publicados, es el producto de una vieja incomodidad, la crisis vocacional y su rebeldía. Nieto de médico y psiquiatra, hijo de psiquiatra y psicoanalista, recorrió un camino no habitual entre la docencia periodística, la terapia a los políticos para el diario La Nación y el guion radial. Un safari de experiencias antes de plantarse en un estudio televisivo.
Su atlas genealógico de árboles entrelazados en Rusia muestra ramas y troncos ligados a la medicina. Su abuelo Bernardo Sehinkman, inmigrante, fue el médico rural de Arroyo dulce, en la localidad Salto, entre las décadas del '30 y '60. Esa figura parece haber marcado el camino de las generaciones siguientes. Por la rama materna, el abuelo Isaac, psiquiatra, hizo el otro influyente aporte. El periodismo llegó por asalto, una casualidad disparada en un colectivo.
"Cuando llegó el momento de elegir carrera, veía que mis compañeros iban eligiendo, y me pasaba como con el bigote de la adolescencia. Pensaba que a mí no me estaba creciendo. Tenía que revisar qué era propio y qué heredado, si era un deseo genuino o si estaba alquilando la franquicia de mi historia familiar", ite. "Fui a hacer orientación vocacional a los talleres del Borda y terminé consultando la Guía del estudiante. Pasaba las páginas y la psicología no fue un amor a primera vista, pero no lo pude descartar".
La comunicación apareció en simultáneo y con cierta magia. Llevó su auto a arreglar a Warnes, volvía a casa y en el colectivo se cruzó a un conocido. "¿Y vos a qué te dedicás?", le preguntó al muchacho, que mencionó una escuela terciaria y le dio dirección y teléfono. A los días estaba inscripto.
"Me pregunto qué hubiera pasado si me encontraba con alguien que estudiaba Astronomía y me mandaba a Parque Centenario", se ríe. "El periodismo fue azar, yo era curioso pero mi vida no tenía que ver con eso. Durante largos años fui 70% psicólogo, 30% periodista. Pero después se invirtió la carga".

Vivir de la repregunta
Un error de cálculo. Su nacimiento, el 22 de enero de 1972, fue un mes antes de lo que esperaba su madre. El obstetra, un integrante del clan, falló en la fecha estimativa de parto, por lo que Don Sehinkman no pudo conocer al primogénito hasta casi un mes después, tras terminar su misión en la Antártida.
Una foto entre témpanos peninsulares documenta la anécdota. En la imagen congelada, un equipo le da la bienvenida al bebé Diego. Épocas de complejidades en las comunicaciones, de radiollamadas tardías en las que su madre avisaba que estaba pariendo sola.
Criado en San Cristóbal, Diego cursó la primaria en la escuela 22 de la Avenida Entre Ríos y la secundaria en el Nacional Buenos Aires. "Aplicado, sociable, pero no extrovertido", no era precisamente el chico que sobresalía en el escenario en los actos escolares. "Practicaba Taekwondo, atletismo, más tarde hice triatlón. No había indicio de que me podía gustar la actividad pública".

Médico genetista era la respuesta a la típica pregunta de adulto (¿Qué querés ser cuando seas grande?). Mientras intentaba descubrir en qué aguas flotaba más placenteramente, el fútbol ocupaba algunas de sus tardes. "Perseverante y mediocre futbolista", jugaba a ser el 9 de San Lorenzo, emulando a Walter Perazzo, ese colombiano "por accidente" apodado "Walter Gol" en épocas del "muevo yo, Mauro".
Un primer trabajo con nogales, tan informal como poético, le enseñó el arte de la paciencia. "Íbamos al campo del padre de un amigo, levantábamos las nueces y las pelábamos para la venta", explica minucioso. "La nuez tiene dos hemisferios que no son fáciles de separar manualmente. Teníamos que abrir la nuez sin que se astillara, separar con una pinza de depilar, sacar el filamento y armar kilos. Vendíamos en supermercados chinos y almacenes. Fue mi primera experiencia con esfuerzo y me pagué unas vacaciones en la Costa".
Enseguida continuó el rubro turístico con la venta de viajes de egresados. A los meses comenzó el camino del psicoanálisis hasta que se recibió y llegó el turno de "otros marcos teóricos":"Hice un posgrado en psicología sistémica, luego psicología cognitiva y rearmé todo el marco teórico en el que me había formado".
-¿Cómo fue aquella vez en la que te rebelaste en un consultorio?
-Tuve experiencias controversiales con la psicología, no era muy dócil. Me analizaba con un terapeuta importante, me parece que él me quería más psicoanalista y yo estaba tratando de contar que me gustaba mucho el periodismo. No sé si me expresé mal en esas sesiones o él escuchó sesgadamente, pero me fui. Tenía un doble deseo, pero la energía debía ir más hacia un lugar.
-¿Y cómo fue el proceso hasta entender que ambas profesiones podían ir de la mano?
-Fue un padecimiento. A mí me gustaba mucho el periodismo, pero tampoco era fácil que te abrieran las puertas, encontrar el lugar, saber qué hacés bien. Es más fácil recibirte como terapeuta y tener un puñado de pacientes rápidamente. Es más simple después de recibido ser psicólogo que periodista. En el periodismo es más arduo el camino, las oportunidades no son muchas. Si sos terapeuta y más o menos tenés habilidad rápidamente entrás a una institución o tenés algunos pacientes propios, y al ejercer sos. En el periodismo no sabés cuándo sos.
-¿Y vos cuándo te sentiste efectivamente periodista?
-No es que te sentís periodista, te vas sintiendo, gerundio largo. Primero empecé con programas de radio en emisoras chicas. Después entré a otra radio como guionista de Roberto Pettinato. Una primera mañana en el programa que fundó la primera mañana de la radio. Un proyecto muy importate en el que estuve cinco años. Se hizo un casting de guionistas. Tomó examen Esteban Talpone, que era jefe del informativo de Mitre, nos daba consignas y nos probaba cómo resolverlas. Nunca había visto un examen tan puntilloso.

-¿Cómo resultó, por ejemplo, la experiencia en el Borda?
-Durante un año formé parte de un equipo que iba todos los sábados por la mañana a algo que se llamaba Servicio de isión cátedra. Había una cámara Gesell. Venían los familiares de los pacientes de ese servicio. Era muy interesante ver y aprender. Porque también se aprende viendo a hacer terapia. Veías cómo tu jefe maniobraba. Una cosa es estudiar, otra ver en acción.
-A la hora de la entrevista, ¿en qué te diferencia el plus de la psicología?
-No es cómodo hablar bien de uno. Quizás estoy menos ceñido a lo que escribí. Yo armo una lista de posibles preguntas, pero una vez que ya lo hice, me dedico más a escuchar. Si vos me preguntás, lo que hago es escuchar la palabra clave, la frase clave o el armado de la frase que opere como una ventana a lo que el otro te quiere o no te quiere decir. Es más, lo que funciona no está en “mirá la buena pregunta que armé”, decir “con esto lo desarmo”. Lo bueno pasa en la repregunta. De la segunda repregunta en adelante. Lo otro te lo contestan en automático.
-¿Qué entrevista sentiste particularmente bien lograda?
-Mirá, te voy a contestar con algo que tiene complejidad. Acaba de quedar preso Jonathan Morel, de Revolución Federal. ¿Darle o no darle aire a este tipo de personas que utilizan símbolos violentos como forma de visibilizarse? Decidimos traerlo. Había que traerlo y exponerlo. Esa entrevista tuvo una impronta como más diagnóstica.
-¿Por qué?
-Se pudo perfilar con bastante aproximación cuál es la cabeza de estos emergentes sociales que no estaban radarizados por la mayoría de la sociedad. Cómo son estos pibes que no vienen de un lugar exacto, no son antiperonistas de libro, no son nietos de la revolución libertadora ni de la dictadura. Son pibes desilusionados del conurbano, desilusionados de Macri como alternativa, que pasaron por un montón de trabajos y los van echando o no les alcanzó, que además tienen un elemento violento antipolítico, dicen que no son escuchados y creen que pueden hacer cualquier cosa para ser escuchados.
-¿Es inevitable que salga el psicólogo en tus entrevistas periodísticas?
-En esa entrevista sí, quería mostrar al narcisista, cómo gozaba estando frente a cámara, cómo necesitaba ser visto. En esta era de la imagen tiene mucha necesidad de ser visto y a cualquier precio. Eso me llamó la atención, como Brenda Uliarte, que dijo “quiero ser la San Martín”, una cosa de autopercepción entre megalómana, narcisista, delirante por momentos. Fenómenos sociales nuevos.

-De psicólogo anónimo a conductor de TV, ¿sentís que la exposición te quitó algo?
-No, me agarró de grande y es muy gratificante que la gente te valore. Con la madurez estás menos pendiente de qué puede estar diciendo de vos la gente que valorás. Con el tiempo te vas desenganchando de la mirada de gente que te parece relevante y vas haciendo tu historia. Y vas afirmando tus convicciones con tu estilo. Eso es importante: desengancharse de la hipotética mirada.
-¿Y cómo es el tema con los detractores en las redes, por ejemplo">Periodista y Licenciada en Comunicación, es parte de la redacción de Clarín desde 2001. Trabajó en Radio Mitre, Rivadavia y La Red. Tiene publicado un libro con 300 horas de entrevistas a ídolos de Boca Juniors ("Desde el alma", Capital Intelectual). Recibió un premio ADEPA en la categoría Información General y Espectáculos por el especial "Los 100 años de la radio". [email protected]
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