En enero de 2009 Natalie Nadya Suleman pasó a ser un nombre reconocido mundialmente. La mujer era protagonista de la noticia del momento, tras convertirse en madre de octillizos mediante la fertilización in vitro. Rápidamente, su identidad cambió a “Octomon”, como la llamaron los medios de comunicación.
Sin embargo, según ella, los hechos reales y su personalidad son "el polo opuesto, la antítesis total de la caricatura deshumanizada e inventada por los medios".
La historia de Suleman tenía todo tipo de condimentos: antes de los octillizos, la mujer ya era madre de otros seis hijos, todos concebidos con la misma técnica; encabezaba una familia monomarental y su posición económica lejos estaba de ser óptima.
Natalie sostuvo que el tratamiento incluyó el implante simultáneo de 12 embriones sin su consentimiento. De esa docena, ocho resultaron en nacimientos vivos. Como consecuencia del caso, a Michael Kamrava, el médico especialista interviniente, le revocaron su matrícula tras ser acusado de "negligencia grave" por el Consejo Médico de California.
Consultada sobre su estado civil actual, fue determinante: “Hice un voto de celibato hace más de 25 años. Supongo que si tenés que etiquetarme sería asexual, pero es por elección. Toda mi vida mi vocación fue ser madre, no una pareja ni una esposa. Les dediqué mi vida enteramente a mis hijos”.
A 16 años del nacimiento de los ocho, dos producciones de Lifetime abordan la historia de Natalie Nadya Suleman: se trata de la película Mis octillizos (I was Octomom: the Natalie Suleman story), que se estrena el 31 de mayo en exclusiva por Lifetime, y la serie documental de seis capítulos Confessions of Octomom (Confesiones de Octomom). Con motivo de la llegada de la película a la pantalla, Clarín dialogó con Suleman.
La “madre monstruo”, las fotos por u$s 100.000 y la llegada de la primera nieta
La crianza de 14 hijos, con 8 bebés en simultáneo, obviamente no fue fácil. Para mantenerlos, Natalie Suleman hizo lo que estuvo a su alcance. Algunas situaciones, afirmó, la llenaron de culpa y vergüenza. Pero la realidad acechaba y elegir no era una opción. Diario de una mujer que atravesó la tormenta.

- A 16 años del nacimiento de los octillizos y tras las fuertes críticas que se dieron en cuanto a tu embarazo, ¿qué reflexión hacés acerca de la ética del sistema de salud alrededor de tu caso, tanto del doctor Kamrava como del hospital a quien le iniciaste la demanda por vender tu información?
- Natalie Suleman: En realidad, lo que no compartí es que hay muchas capas diferentes en mi historia real. Cuando pasé por la infertilidad, al principio fui al Hospital Kaiser y me hicieron 10 inseminaciones artificiales que resultaron en un embarazo ectópico, que es cuando el embrión se va a las trompas de Falopio. Entonces, me derivaron al doctor Kamrava porque se especializaba en un procedimiento innovador de fertilización in vitro.
Él fue la única razón por la que terminé teniendo a mi primer hijo. No podía concebir de forma natural. Fue gracias a su procedimiento que pude tener hijos. No tenía en el corazón demandarlo. Sin embargo, cuando terminé en el hospital por los octillizos -en ese momento se veían siete-, ya me habían roto varias costillas, y por eso quedé allí a las 26 semanas de gestación.
Durante esas semanas (sin que yo lo supiera), enfermeras, personal del hospital e incluso médicos entraban ilegalmente en mis registros médicos. Estaban violando la ley HIPAA, que protege la confidencialidad y privacidad del paciente.
Video
Mientras estaba en la sala de parto, en realidad no sé quién fue, pero alguien llamó a los medios y les reveló que había una mujer en la mesa de parto teniendo a su séptimo hijo. Luego descubrieron que eran ocho. Me vendieron a los medios. Yo nunca hubiera querido aparecer. No había medios en la sala de parto; la persona que filmó era una amiga mía, una muy buena amiga, que estaba grabando para guardar recuerdos. No era para la prensa ni para vender, era solo para mi uso personal y privado.
Más adelante, terminé demandando al hospital por violar la ley HIPAA y no me arrepiento, porque invadieron mi privacidad de forma intrusiva. Y si el hospital no hubiera recurrido a los medios, creo que podríamos haber mantenido todo en privado.
- Esa venta de información te puso en el centro de la escena y generó cuestionamientos muy duros, ¿cuál fue el que más te dolió?
- Lo más injusto o lo que más me dolió fue cuando me criticaban y hablaban de manera despectiva sobre mí como madre, diciendo que era una madre terrible, un monstruo de madre, sin saber absolutamente nada sobre mí. No sabían que mi prioridad número uno en la vida son mis hijos; siempre lo fueron. Ser madre fue mi vocación desde que era joven, y haría cualquier cosa por mis hijos. No hay nada que no haría para protegerlos, para mantenerlos sanos y a salvo.
Eso fue probablemente lo que más me lastimó: que tuve que defenderme sola, mientras ellos no sabían nada de mí. Pero algún día saldrá a la luz mi verdad, siempre me aferré a eso. Algún día podré publicar mi libro, que llevo casi 20 años escribiendo. Creo firmemente que, con el tiempo, todo se revela.
- ¿Cómo se llevan tus hijos con la cobertura mediática del caso, ya sean los octillizos que hoy tienen 16 años, como los más grandes, que ya son adultos?

- Logré criar con éxito a los octillizos, a los mellizos y a Aidan, que tiene autismo severo. Han estado muy protegidos de cualquier tipo de trauma cuando eran pequeños. Simplemente tuvieron una buena infancia; jugaban como niños normales. Nunca los expuse ni los exploté; nunca los puse en el ojo público, algo que hoy, con las redes sociales, está totalmente normalizado. Al día de hoy sigo sin hacerlo. Todavía pido su aprobación antes de compartir cualquier cosa en redes sociales.
Lamentablemente, mis hijos mayores -Elijah y Amerah- sí lidiaron con traumas y con algo de trastorno de estrés postraumático, lo cual es esperable. Elijah se sentía indefenso, era un bebé. Imaginate: 14 chicos de siete años o menos. Él tenía solo siete cuando nacieron los octillizos. Mi forma de criar a mis hijos mayores estuvo muy marcada por la culpa. Nunca quise fama, ni tampoco tener más de un hijo después de los seis que ya tenía.
Pero, aun así, asumí la responsabilidad de que nuestras vidas fueran tomadas por los medios masivos. Cualquier sensación de normalidad nos fue arrebatada. La vida que llevábamos ya no existía, y eso es algo traumático para los niños. Elijah tenía siete años; Amerah, seis; y, Joshua, cinco. Así que, sí, fue muy difícil para ellos. Todavía creo que cargan con parte de ese trauma, sin lugar a dudas.
- ¿Cómo lograste criar 14 hijos juntos, con ocho bebés en simultáneo?, ¿quién fue tu red de apoyo?
- Acá hay otro malentendido: se decía que yo vivía de la asistencia social. Estuve recibiendo cupones de alimentos durante un año, antes del nacimiento de los octillizos. Sentía vergüenza por eso, así que cancelé esa ayuda debido al odio y las críticas. Terminé aceptando cualquier oportunidad de entrevista. Gané dinero cuando eran recién nacidos, haciendo una entrevista tras otra. En una sola entrevista llegué a ganar 150 mil dólares y puse ese dinero en una cuenta de fideicomiso para la casa de mis hijos.
Recuerdo haber hecho una sesión de fotos en bikini. Todavía no sé cómo logré hacerlo. Siempre fui muy activa, desde joven me ejercité como loca en el gimnasio y siempre me gustó el fisicoculturismo. Después de tener a los octillizos empecé a entrenar de inmediato, y cuando tenían 11 meses hice esa sesión de fotos en bikini y gané 100 mil dólares.
Hubo muchas oportunidades al principio. Pero comenzaron a desaparecer cuando los chicos cumplieron dos años. Al principio tuve niñeras, que pagaba yo misma, de mi bolsillo. Pero cuando cumplieron dos años ya no pude pagar más ayuda. Recuerdo haberles enseñado a ir al baño a los ocho yo sola. Estaba en piloto automático, en modo supervivencia. Iba a 800 kilómetros por hora.

Cuando estás así tu mente no para, no tenés tiempo de sentir nada. Reprimía cualquier emoción. No tenía tiempo para una depresión posparto, tenía que seguir adelante. Tenía que seguir para proteger a mi familia y seguir manteniéndola. Además, escribía sin parar, escribía y escribía furiosamente, y terminé escribiendo un manuscrito completo que espero poder publicar pronto.
Así que me las arreglé para mantenerlos como pude. Pasamos de una situación complicada a una realmente oscura. Recuerdo haber atravesado un camino muy desolador, impulsada por la desesperación total por sobrevivir. Acepté, con vergüenza, ciertas oportunidades que aún hoy me generan culpa, y que eran completamente opuestas a mi verdadera personalidad y a mis valores.
Pero hice lo que tenía que hacer para mantener a mis hijos. No había nada que no estuviera dispuesta a hacer, salvo estar físicamente con otra persona. Eso no lo hice, ni lo haría. A pesar de todo, mis hijos crecieron sanos. Sigo educándolos constantemente; eso también es una prioridad para mí. Mantenerlos seguros físicamente, pero también hablar con ellos abiertamente, comunicarme siempre, educarlos. Y creo que se han convertido en personas bastante inteligentes, amables y humildes.
- ¿Cómo es tu vida hoy y cómo te ves en un nuevo rol de abuela?

- Ay, ¡Dios mío! Hoy llevamos una vida muy simple y humilde, y eso me gusta. Crié a mis hijos para que no valoren el materialismo, sino que se enfoquen en ser buenas personas, amables, humildes y, sobre todo, en ser amables con los demás y también entre ellos. Además, siempre les enseñé a priorizar la salud. La salud es una inversión, no algo material. Nunca fui materialista.
Siento una enorme alegría y felicidad con mi nieta. Es tan hermosa, tan adorable. Recién empezó a gatear, tiene siete meses. Dios mío… Es una sorpresa hermosa y una bendición.
Sobre la firma
Mirá también
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO