Nunca me gustaron los senos postizos. Un amigo que bien podría dictar el Primer Simposio de Tacto a mano descubierta dice, con su propia base empírica, que es un trozo de muñeca inflable injertado en un cuerpo humano. La realidad de estos días, sin embargo, viene a transformarlos en una solución. No ya para llenar un escote, levantar la autoestima de la dama en cuestión o darle cierta simpática ondulación a una remera lánguida. No: sería una magnífica salida para todos los novios y maridos que quieren ir a Sudáfrica en paz.
La espera de un Mundial es un largo parto de cuatro años. Las contracciones empiezan con la última eliminación y el alumbramiento es un momento sagrado que no ite interferencias. Mucho menos del tipo: "Yo voy con vos". Cuatro palabras, cuatro cuchilladas. Imaginemos por un instante la situación, un remolino de preguntas sin sentido: "Querido, ¿quiénes son los de azul? ¿Argentina? ¿Antes no usaban una remera rayadita">