EE.UU y China acordaron en Ginebra reducir sus aranceles de 145% a 30% y de 125% a 10%, respectivamente, y mantener estas nuevas tarifas por un período de 90 días.
Scott Bessent y He Lifeng fundamentaron su acuerdo en que ninguna de las partes quiere separar (“the coupling”) su economía de la del otro debido a que ambas se necesitan y “…son muy grandes los intereses compartidos”. De ahí ha surgido un consenso que se ha revelado de inmediato entre las 2 mayores economías del mundo.
Esto significa que el grado de integración del sistema capitalista de la época es profundo e irreversible, y es obra de una tecnología instantánea que es la Inteligencia artificial.
Bessent presentó un cuadro extremadamente realista de la situación norteamericana actual: EE.UU. experimentó en 2024 un déficit comercial global de U$S 1,2 billones, que ha provocado una situación de “emergencia nacional”; y para enfrentar esta crisis pedimos la ayuda de nuestros socios comerciales chinos.
Bessent realizó también un análisis de la economía china en el momento actual.
Sostuvo el Secretario del Tesoro que así como EE.UU. tiene un déficit comercial mundial de U$S 1,2 billones anuales, China dispone en forma simétricamente inversa de un superávit comercial global de U$S 1 billón por año, que abarca un superávit de cuenta corriente de 13% del PBI, con el agregado de que las reservas del Banco del Pueblo de Beijing ascienden a U$S 3,7 billones, cifra de extraordinaria magnitud carente de sentido macroeconómico.
En suma, EE.UU. tiene un exceso de consumo y una carencia de exportaciones, sobre todo de las verdaderamente decisivas que son las manufactureras, en tanto que China realiza una fenomenal inversión en su industria manufacturera y exportadora, mientras mantiene – aparentemente sin justificación económica – un nivel muy bajo de consumo doméstico.
En estas condiciones la salida de esta situación para EE.UU. y también quizás para China es que la parte norteamericana disminuya el consumo y aumente la inversión manufacturera, y de ese modo reduzca sistemáticamente el déficit comercial. Para China el camino parece ser exactamente el inverso: que aumente el consumo, disminuya la inversión, y reduzca sus exportaciones manufactureras al sistema mundial.
De esa manera, la relación entre las dos mayores economías del mundo puede acelerar su proceso de integración, lo que implica aprovechar entonces plenamente las extraordinarias condiciones que ofrece la nueva revolución industrial, y su tecnología decisiva que es la Inteligencia artificial.
Esta es la cuestión para los dos países, modificar la ecuación básica de ahorro e inversión. Lo que EE.UU. le propone a China es hacer juntos esta empresa histórica de extraordinaria ambición innovadora, y de una forma cooperativa que deseche los prejuicios antagónicos.
En respaldo de esta alianza histórica que propone a China, el gobierno de Trump desarrolla un programa de 3 puntos cuyo objetivo es convertir a EE.UU. en el hogar preferido para la inversión de los capitales globales.
El primero de esos puntos es la renegociación del comercio internacional que se lleva a cabo a través de los aranceles “relativos” impuestos a 140 países en el mundo a partir del 2 de abril, cuyo sentido es incentivar la producción manufacturera de alta tecnología en la economía norteamericana, cubriendo la actual insuficiencia de este rubro crítico del capitalismo mundial.
Luego se trata de tornar permanentes los recortes de impuestos de 2017, favoreciendo en forma directa las condiciones de vida de los trabajadores y de la clase media, al tiempo que se acelera el proceso de re-industrialización.
El último punto – y estratégicamente el más relevante - es desregular completamente la economía de EE.UU como el camino para desatar la formidable pasión por invertir e innovar (“animal spirits”) que es propia de la civilización estadounidense, el país de la frontera y el futuro.
Este esfuerzo extraordinario y deliberado de desregulación abarca ante todo a la industria de los semiconductores o “chips” y a la fabricación de los “data centers”, que son el sustento de la Inteligencia artificial, así como a todas las tecnologías de la 4° Revolución industrial y en 1° lugar a la robotización y la Internet de las Cosas.
Esta es la forma de aumentar los salarios y de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y de la clase media norteamericana; y también – esto es lo estratégicamente decisivo – de ser capaz de competir efectivamente con la hasta hoy imbatible potencia manufacturera de la República Popular.
Esta es la forma de responder efectivamente al desafío que le impone China a EE.UU., que es “liberando las fuerzas productivas”, sinónimo de desregulación, y que consiste en la auténtica revolución capitalista, por encima incluso del propio capital.
Todo ésto es lo que Scott Bessent formuló en su histórica reunión de Ginebra a su colega He Lifeng.
Por eso lo que ha sucedido allí es un punto de inflexión histórica y uno de los acontecimientos más relevantes y cargado de sentido de esta primera parte del siglo XXI.
Sobre la firma
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO