El 14 de mayo de 2015, Adrián Napolitano, más conocido como el Panadero, se convirtió en protagonista de uno de los episodios más oscuros del fútbol argentino: fue quien arrojó gas pimienta sobre los jugadores de River en la manga de al campo de juego de La Bombonera, en el entretiempo del Superclásico por los octavos de final de la Copa Libertadores. El partido fue suspendido, Boca eliminado, y Napolitano pasó de ser un fanático célebre en la tribuna a un paria dentro del club.
Fanático extremo de Boca, Napolitano fue rápidamente identificado por las cámaras de seguridad del estadio. El club le aplicó el derecho de isión, lo expulsó como socio a través de la Asamblea de Representantes y la AFA le prohibió el ingreso a estadios por tres años. El Panadero tenía el carnet número 26.269 y estaba a menos de una década de convertirse en vitalicio. Intentó renunciar a su condición de socio poco después del incidente, en un movimiento preventivo para evitar una sanción mayor, pero el club procedió igualmente con la expulsión. La Asamblea recomendó, además, que ninguna futura Comisión Directiva lo reincorporara.
La sanción encontró consenso interno, aunque no sin matices. Pablo Superno, presidente del Departamento de Socios de Boca, aclaró que Daniel Angelici, presidente del club por entonces, “no lo conocía”. Sin embargo, Napolitano había sido visto dentro del campo de juego en el partido ante Zamora, en Venezuela, por la misma Copa que luego lo expulsaría del continente. Incluso circulaban imágenes suyas en la zona de vestuarios y s restringidos.

Su historia como hincha vinculado a la vida política del club tenía antecedentes. Hasta 2007 perteneció a la agrupación "Nuevo Boca", liderada por Roberto Digón, ex vicepresidente tercero del club durante la presidencia de Mauricio Macri. En declaraciones públicas, Digón intentó despegarse del episodio del gas pimienta, pero confirmó que Napolitano era parte de ese espacio y que en 2006 viajó a Jujuy a ver a Boca pese a la prohibición de hinchas visitantes. “Fueron ayudados”, dijo, en referencia a cómo ingresaron con credenciales de periodista a La Tacita de Plata.
El 19 de mayo de 2015, apenas cinco días después del incidente, la Justicia le concedió la eximición de prisión. Ese mismo día, Boca anunció que abriría el trámite de expulsión contra Napolitano y otros diez socios involucrados. El 21 de mayo, el Panadero se presentó ante el juzgado, pero no declaró. En el allanamiento a su domicilio se encontraron carnets de otros socios, propaganda política interna y material vinculado a agrupaciones boquenses.
El 18 de junio, tras el rechazo de varios jueces a hacerse cargo, la Cámara del Crimen derivó la causa a la jueza Wilma López, quien amplió el objeto de investigación: además de lesiones leves en un espectáculo deportivo, abrió la puerta a la figura de asociación ilícita, luego de que el propio club denunciara un posible complot para perjudicar a Angelici.
Napolitano, lejos de mostrar arrepentimiento, minimizó los hechos: “Fue una jodita”, declaró. Dijo que no era barra brava ni vivía de la política del club. Aseguró que su ataque no fue planificado, que siempre llevaba gas pimienta “como otros llevan un encendedor”, y negó vínculos con los negocios del paravalancha.

En septiembre fue procesado sin prisión preventiva. En noviembre, la Cámara confirmó el procesamiento y lo dejó al borde del juicio oral. Finalmente, en 2016, obtuvo una probation: debió cumplir tareas comunitarias durante tres años en una parroquia del barrio de Belgrano, compensar económicamente a los jugadores de River con 25.000 pesos y donar pan a Cáritas. Nunca fue condenado penalmente, aunque sí perdió su lugar en el club que ama.
Para entonces, ya había dejado atrás su visibilidad pública. Adrián Napolitano tiene hoy 44 años. Atiende dos panaderías en Valentín Alsina, trabaja desde la madrugada junto a su pareja Romina, busca a su hija Victoria en la escuela y evita cualquier exposición. Rechaza entrevistas y pedidos de fotos. Tuvo que vender una de las tres panaderías que heredó de su padre Héctor, la confitería de Lanús, aunque todavía sigue ligado al negocio como proveedor.

En su juventud, su fanatismo lo llevó a ser un personaje visible: estuvo en la cancha el día del “muletazo” de Palermo en 2000, llorando con una bengala encendida; viajó a Japón en 2003 y 2007, apareció en revistas, y se hizo un tatuaje de Boca que cubre todo el pectoral izquierdo. Aún hoy, se lo puede ver en Valentín Alsina con ropa del club.
El 24 de mayo cumplirá 45 años. A pesar del repudio generalizado, después de 10 años la opinión pública entre los hinchas de Boca ya le brindó el indulto. “Él es hincha de Boca de verdad”, dice un amigo mientras Napolitano se baja el cuello de la remera para mostrar el tatuaje ante el cronista que le pide una nota que rechaza con corrección política pero sin amabilidad.
Hay hinchas que aseguran que volvió a la cancha y ya dejó atrás la silla frente al televisor en uno de sus locales, donde se encerraba a ver los partidos mientras estaba proscripto. Por sus vínculos en la tribuna habría conseguido volver a los partidos, aunque ya no lo haga con el gorro de lana amarillo o el enterito de jean. Camina entre sombras por el estadio, pero sigue de cerca los partidos, ahí, aferrado al alambrado donde cometió el error más grande de su vida.
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