En este rincón de la Ciudad, a escasos metros de un conocido shopping de Saavedra, pegado a la General Paz, el arte precolombino pensado por una artista europea sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial –Magda Frank– se fusiona con la expresión artística de uno de los escultores argentinos más célebres del mundo –José Fioravanti–.
La Casa Museo Magda Frank es el lugar donde la artista internacional húngara-franco-argentina pasó los últimos años de su vida. Hay unas 300 esculturas y otros 250 yesos de José Fioravanti, uno de los más grandes escultores argentinos de todos los tiempos.
¿Quién es Magda Frank? Su historia combina arte, feminismo, sacrificio y dolor. Invisibilizada por muchos, encontró en la escultura su refugio para canalizar el martirio de la Guerra.

Nació el 20 de julio de 1914 en Transilvania, que formaba parte de Hungría pero hoy ese territorio le pertenece a Rumania. Estuvo refugiada en Francia y Suiza, logró escaparse del horror del nazismo y llegó a la Argentina para reencontrase con su hermano Esteban Fischer, el otro sobreviviente del Holocausto de la familia.
“Su vida está cruzada por tres ismos más importantes del siglo XX: el nazismo, el comunismo y el feminismo”, explica Tulio Andreussi Guzmán, director de la Casa Museo Magda Frank, quien pudo conocerla en vida. Además, rescató su obra.
Magda aquí vivió en 1950 y se nacionalizó argentina. En 1960 obtuvo una beca y se fue a Francia. Volvió al país en 1995 con todas las obras que había hecho en Francia y, a pesar de su avanzada edad, siguió trabajando en su casa taller de Vedia al 3500. Murió el 23 de junio en 2010, a los 96 años.

Andreussi Guzmán es un coleccionista que rescató la obra de Magda Frank. Tiene unas 300 esculturas y dibujos en la misma casa taller donde vivió la artista. Quedó impactado por su obra y su historia.
“En 2007 la conocí a través del crítico francés Pierre Restany. De a poco me fui acercando a ella y a la obra hasta que empaticé con ella. Años más tarde, me comprometí la tarea de continuar su legado. Adquirimos la casa, la obra y los derechos de autor para poder continuar con la tarea”.
Clarín Cultura accedió a este lugar –cerrado al público– que funciona como refugio de sus obras, para la custodia y mantenimiento, con el propósito de destinarle una valorización cultural y recrear su historia, y darle visibilidad a su arte en otras instituciones.

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