El otro día, antes de las elecciones, quedé para tomar un café con un amigo al que hacía bastante que no veía. Tanto tiempo que la vez anterior él no era K y el día del café me encontré con alguien ultra K.
Así que empecé a “interrogar” a qué se debía su cambio. Lo primero que me argumentó fue que cuando uno, él en este caso, vive en la ciudad de Buenos Aires y está interesado en las cuestiones sociales y culturales, se da cuenta de que Macri no sólo no ha aportado, sino que ha ido en detrimento de ellas. El razonamiento me resultó curioso, porque siempre me resulta curioso cuando alguien para defender algo no usa argumentos de defensa de ese concreto algo, sino argumentos de ataque de aquello que es lo opuesto. Un poco más encerrado dentro de lo que podía o no argumentar, me dijo que el gobierno de Kirchner y después el de Cristina fueron los únicos que habían hecho algo en “este país”. Y que yo no lo sabía porque emigré a fines del 2003, cuando Néstor asumió.
Como algo de historia argentina sé, le fui preguntando por diferentes presidentes argentinos, casualmente ninguno peronista, y él me fue reconociendo algunos logros. Pero insistía en que éste había sido el mejor período de la historia argentina, y que si bien no todo estaba bien, todo estaba mucho mejor. Ahí tuve que aclarar que, aunque no soy argentina ni viví toda mi vida aquí, casualmente sí los últimos 12 años, y que para mí no era cierto que estaba todo mejor, y que además habían cosas que me hacían demasiado ruido. “¿Cuál, la corrupción">